El Aguazul: tanto por hacer: convocatoria
Cambiar la vida es una posibilidad que siempre está ahí. Aunque parezca difícil, aunque siempre haya cosas más urgentes que impiden ver lo importante. Las ciudades siempre guardan en sí la posibilidad de ser mejores, de hacer mejores a sus habitantes.
El Aguazul actual es el último reducto de una gran propiedad que don Antonio Álvarez del Castillo le vendió al Ayuntamiento de Guadalajara en la segunda mitad del siglo XIX. El alcalde que realizó tal compra fue un visionario de los que tanta falta nos hacen. Luego, el transcurso del gran predio que albergaba los nacimientos de agua que ayudaban decisivamente a conformar el río de San Juan de Dios, fue una desgracia. Basta comparar planos y fotografías de la época con los de la actualidad. Latrocinios, tonterías, faltas de visión a lo largo de más de un siglo. (Como un mero detalle: ¿Por qué hasta la sede del Pri estará en los antiguos terrenos?)
A mediados del siglo XX el parque ya estaba reducido a lo que es hoy. La última gran pérdida había sido su seccionamiento por el trazo equivocado de la avenida González Gallo. Para tristeza del patrimonio común, una serie de edificaciones de valía (por sí mismas) habían mermado la preciosa superficie, como si se tratara de un lote baldío. Fueron así construidas la Casa de la Cultura Jalisciense, el Museo de Arqueología y la Plaza Juárez, de Julio de la Peña; el Imss de Guillermo Quintanar, la Casa de las Artesanías y el Teatro Experimental de Eric Coufal, el Multifamiliar Guadalupe Victoria de Guillermo Quintanar. En los treinta habían sido cretinamente demolidos los arcos de ingreso al parque de Rafael Urzúa. Lo que queda de esto es un muy valioso legado de arquitectura moderna de Guadalajara, aunque tenga, de origen, el pecado de haber atentado contra el parque. Además existe el mercado de flores, el extraordinario puente y la notable concha acústica de Alejandro Zohn, un lamentable ingreso con oficinas, y un más que olvidable Museo de Paleontología. Todo lo anterior bien pudo haber estado en otra parte, pero así es la historia.
Actualmente, el parque está aislado y más que subutilizado. Lo corroboraba el otro día el arquitecto Tonatiuh Martínez, uno de los más destacados jardinistas del país. También estaba sorprendido por la más que escasa asistencia, el mal estado botánico general y la pobreza paisajística del conjunto, en contraste con las enormes posibilidades y la situación urbana del predio.
Va la propuesta, una vez más: conformar un trípode de parques, un sistema verde que tenga como polos -muy bien conectados- los parques Aguazul, González Gallo y el Deán. Conformar así un sistema urbano central capaz de densificarse y albergar la población que tanta falta le hace al municipio de Guadalajara. En el proceso se puede enlazar y mejorar a los barrios de Analco y Mexicaltzingo, al contexto de la Terminal de camiones de cercanías, a la colonia Morelos, etcétera. El corredor de 16 de Septiembre y sus grandes posibilidades se debe enlazar con el Paseo Alcalde, del que es la continuación natural hacia el sur.
En el contexto del Aguazul se debió de haber constituido el llamado Centro Cultural Universitario, en vez de en su lamentable ubicación periférica y excluyente. Así se sugirió inútilmente en su momento. El plano que se acompaña es producto de los estudios que desde hace más de una década se han hecho en el Taller de Composición Arquitectónica de la Realidad y el Deseo, de la Escuela de Arquitectura del Iteso.
La posibilidad de cambiar Guadalajara, su parte central, de cambiar la vida de cientos de miles de tapatíos está aquí, sobre la mesa. ¿Habrá alguien capaz de entenderlo y hacerlo realidad? La llave, como dijera Octavio Paz, está en esa agua celeste, el Aguazul.
jpalomar@informador.com.mx