Ideas

El 20 de enero de 2025

México se encuentra ante el reto de pensar y, sobre todo, anticipar lo que está por venir al inicio de la nueva administración de Donald Trump. Se trata de un presidente que, aunque se sabe que tendrá un periodo de cuatro años, regresa con mucho más poder que en su primer mandato, pues su retorno está marcado por la radicalización en su discurso, lo cual está siendo respaldado por los nombramientos que ha hecho de personalidades abiertamente contrarias a la agenda de los derechos humanos, la tolerancia y el respeto a los diferentes.

Después del discurso de toma de posesión, es esperable que, por la tarde, o un día después, tengamos las imágenes de un presidente de los EU, firmando nuevas órdenes ejecutivas para la modificación radical de las políticas migratorias, para un probable cierre físico de fronteras, para revertir el acceso a garantías de derechos de minorías étnicas y nacionales, y para comenzar a presionar mucho más a México en materia de políticas comerciales, industriales y de seguridad pública.

Las declaraciones de quien podría ser el nuevo Fiscal General de aquella nación han sido contundentes: impulsará la declaratoria de los grupos del crimen organizado como organizaciones terroristas, lo cual podría traducirse en intervenciones en el territorio de agentes de aquel país, pero también de tipo militar, lo cual tendría qué ver, sí con la lucha contra la macro criminalidad, pero más aún con la inteligencia global y los intereses geoestratégicos de los EU, sobre todo ante la simpatía y cada vez mayor cercanía, al menos retórica, con China y Rusia, así como, en los hechos, con países como Cuba, Venezuela y Nicaragua en nuestra región.

Los efectos de medidas de ese tipo podrían tener repercusiones inmediatas con las relaciones diplomáticas y comerciales con otras naciones, particularmente con Canadá, pues los intereses económicos de ese país se están alineando rápidamente a la retórica norteamericana, amén de que se trata de países aliados militarmente, lo cual pesa tanto o más como las determinaciones productivas y comerciales.

Lo mismo podría ocurrir con otros socios con los que hemos avanzado de manera importante, fundamentalmente Japón y Europa, así como algunos países de la región Asia-Pacífico, los cuales no titubean ante la exigencia de “toma de posición” de los norteamericanos en escenarios de conflicto militar, como el que está en curso con Ucrania.

Es sabido que Donald Trump está a favor de una globalidad que funcione a favor de los intereses de su país. Su visión es simple: todo aquello que en términos de comercio global beneficie a los EU, es bienvenido, lo demás, puede ser rechazado y, en los hechos, combatido.

Hay pues, tres ámbitos estratégicos frente a los cuales México debe estar lo mejor preparado posible:

En materia migratoria, Trump ha prometido la ampliación del muro fronterizo y la reinstauración de políticas como el programa “Quédate en México”. Esto implicará una mayor presión sobre el gobierno mexicano para gestionar nuevas crisis humanitarias, lo cual agudizará los dilemas que ya enfrentan varios municipios que han visto incrementar sus poblaciones, en lapsos muy breves, en varios miles de personas que demandan todo.

La agenda de seguridad también enfrentará serios desafíos, dado que la postura de Trump buscar justificar intervenciones unilaterales en México, lo cual representaría una violación de la soberanía mexicana, y complicaría la cooperación bilateral en la lucha contra el crimen organizado. México se vería obligado a fortalecer su capacidad de negociación y sus estrategias internas para evitar una escalada de tensiones que pongan en riesgo la estabilidad regional.

Por último, la relación diplomática se perfila como una de las más complejas por lo que México necesitará fortalecer su capacidad diplomática y su rol en foros multilaterales para contrarrestar posibles agresiones y defender sus intereses estratégicos.

Los márgenes de actuación se estrecharán cada vez más en la medida en que se aproxime el 20 de enero; para la presidenta Sheinbaum la relación con Trump será de enormes desafíos, pues convivirá con él durante dos tercios de su mandato.

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