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Ecuador y el aplauso mañanero

La semana pasada que el Presidente Andrés Manuel López Obrador hizo una muy subjetiva interpretación de la conflictiva sucesión presidencial y situación política de Ecuador que incomodó al Gobierno de derecha de aquel país encabezado por Daniel Noboa, no fue la primera vez que quedó claro que el tacto diplomático no es una de sus fortalezas sino todo lo contrario. 

La ligereza de las declaraciones desde el púlpito presidencial en las que relaciona la victoria electoral de Noboa con el asesinato del candidato Fernando Villavicencio a manos del narco, no sólo provocaron que las autoridades ecuatorianas declararan al día siguiente persona non grata a la embajadora de México en Ecuador, Raquel Serur, sino fuertes críticas de la viuda a lo dicho por AMLO en las que acusaba presuntos vínculos de su Gobierno con las mafias a quienes señalan de estar detrás del magnicidio y protegidos por el Gobierno del ex presidente Rafael Correa (2007-2017) del que fue vicepresidente Jorge Glas.

Aunque en varias ocasiones ha metido en aprietos al canciller en turno en la Secretaría de Relaciones Exteriores, lo declarado por el Presidente mexicano, y la decisión de dar asilo político a Glas, ex vicepresidente de aquel país sudamericano, no justifica por ningún motivo la violación a la soberanía mexicana al allanar de forma violenta la Embajada de México en Ecuador la noche del pasado 5 de abril en Quito.

Como lo ha sancionado la comunidad internacional (pese a los reproches ayer de López Obrador a los gobiernos de Estados Unidos y Canadá, por sus posturas “ambiguas” ante la irrupción de las policías de Ecuador a la sede diplomática mexicana), con ese atropello el Gobierno ecuatoriano violó la Convención de Viena sobre las relaciones internacionales.

La justificación que quiere esgrimir el Gobierno de Noboa de que México asilaba a un presunto delincuente, que ya había purgado cuatro años de cárcel, pero al que se le habían girado nuevas órdenes de aprehensión en diciembre pasado por peculado y corrupción, se cae a pedazos con la Convención de Caracas, firmada tanto por Ecuador como por México, ya que faculta a los países que dan asilo diplomático “la calificación de la naturaleza del delito o de los motivos de la persecución”. 

En el rechazo generalizado de los países a la violación de estos tratados internacionales, que le dan la razón al Gobierno mexicano, descansa seguramente el aplauso, de tirios y troyanos, que se llevó ayer el Presidente cuando en la mañanera expresó que a “México se le respeta” y que denunciará el caso ante la Corte Internacional de Justicia para que imponga sanciones a Ecuador que la Convención de Viena no contempla en caso de la violación de sus estatutos.

jbarrera4r@gmail.com

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