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Dos balazos de la nada

Tarde de domingo y puente vacacional sin tráfico ni prisas. En una ciudad semivacía, nuestra pareja conduce por Avenida Lázaro Cárdenas. No conocemos más datos, sólo que él tiene 46 años (eso informará su esposa más tarde a la Policía de Zapopan). 

A la altura de Avenida Vallarta, exactamente por Los Cubos, la camioneta Highlander en la que viajan los esposos tiene un incidente vial. Un alcance con otro vehículo, un Nissan Sentra gris modelo atrasado (tampoco tenemos más datos del ocupante). Sólo sabemos que ambos hombres descendieron de sus autos, discutieron y el del vehículo compacto sacó un arma y disparó dos veces. 

Estas noticias quedan relegadas a un segundo plano. En febrero, en Tlaquepaque, un hecho similar terminó con un joven acribillado a balazos tras una discusión vial. Nadie lleva la contabilidad de los conflictos viales, vecinales o comunitarios que derivan en una forma de violencia a veces letal. 

¿Cuántos eventos similares pasan desapercibidos cada día? ¿Cuántos en esta ciudad salen diariamente con un arma, dispuestos a utilizarla a la menor provocación? Qué es más fácil en estos días, ¿conseguir un arma o dispararla contra cualquiera? 

En otro artículo que titulé “La violencia que ni vemos ni nombramos” compartí cómo esta disrupción del orden social nos afecta a todos y todas. Se llama violencia comunitaria (no escatimemos fuerzas en señalarla). Se traduce en un odio soterrado contra el otro en donde la individualidad anula el sentido de colectividad. Prevalece lo individual sobre lo vecinal. Rita Segato, antropóloga, lo explica como dos proyectos históricos en tensión en esta época. Uno, el proyecto histórico del capital o de las cosas y su acumulación; el otro, el proyecto histórico de los vínculos y los lazos comunitarios. ¿A cuál nos adherimos? 

Otro ejemplo es el caso de la menor Norma Lizbeth, golpeada por su compañera del colegio hasta la muerte en un caso fatal de acoso escolar. O la piñata de la ministra Norma Piña incendiada en el Zócalo. La materialización y el ritual incendiario son expresiones del mismo padecimiento. 

Regreso con nuestra pareja en Avenida Lázaro Cárdenas. El agresor erró o perdonó a su víctima. La primera bala dio en el glúteo izquierdo y la segunda en el muslo del mismo lado. Después el atacante huyó en su Sentra. Ninguna cámara de videovigilancia o patrulla lo detuvo. ¿Por qué el C5  Escudo Urbano nunca registra estos hechos? 

En el Hospital Real San José, la esposa del hombre de 46 años informó los escasos detalles a la Policía de Zapopan (en el reporte policial destaca la frase: “únicos datos”). Para ese momento su marido se encontraba estable y fuera de peligro. Nada más recibió dos balazos una tarde de domingo y puente vacacional sin tráfico ni prisas.

jonathan.lomelí@informador.com.mx

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