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Don Andrés

En un lugar de La Mancha llamado Fuentealbilla nació Andrés Iniesta Luján, destinado a convertirse en uno de los símbolos del que es tal vez el mejor equipo de futbol de clubes de la historia.

Con el Barcelona, Iniesta ganó cuatro Champions League, nueve Ligas españolas y tres Mundiales de Clubes. Con la Selección española ganó un Mundial. En el proceso demostró una visión y una inteligencia futbolística que lo colocan entre los mejores jugadores de todos los tiempos.

El domingo pasado Iniesta jugó su último partido con el Barcelona, y ayer miércoles confirmó que continuará su carrera en Japón.

Andrés es una presencia atípica en el futbol actual: de físico menudo, sin tatuajes, elocuente en la cancha, pero reservado fuera de ella.

Delgado, de piel extremadamente blanca que lo caracteriza desde niño, Iniesta tiene una fisonomía y un rostro que parecen pertenecer más a un cuadro de Murillo que a una cancha de futbol del Siglo XXI.

El ex capitán del Barcelona es un hombre más de gestos que de palabras o declaraciones incendiarias. En su video de despedida a la afición blaugrana deja de hablar por un momento y resume sus sentimientos por el Barcelona dándose palmadas en el pecho, sobre el escudo del club.

Iniesta es de un temperamento quijotesco (no por nada nació en La Mancha), escéptico ante lo que parece evidente, entusiasta y batallador ante lo imposible.

En efecto, lo imposible parece ser la especialidad de Don Andrés, que se caracteriza por anotar pocos goles, pero históricos. Fue suyo el “Iniestazo” ante el Chelsea, el gol en tiempo añadido que le dio al Barcelona el acceso a la Final de Champions League en 2009. También fue suyo el gol más importante en la historia del futbol español, el que le dio a la Furia Roja el título de campeón del mundo ante Holanda en 2010.

Ese tanto, anotado al minuto 116, bastaría para hacer entrar a Iniesta en la historia del futbol, pero como ocurre frecuentemente con el manchego, la hazaña deportiva palidece al lado de la calidad personal de su autor.

Iniesta remata con su derecha virtuosa ante la salida del portero de Holanda (“se para todo y sólo estamos yo y el balón”, recordaría más tarde) y le da la vuelta a la historia del futbol español. Solo en la cima del mundo, el instinto es desnudarse. Iniesta se quita la camiseta del uniforme para mostrar otra, blanca, en la que se lee “Dani Jarque siempre con nosotros”.

Jarque era un jugador del Espanyol de Barcelona, que falleció en agosto de 2009 a causa de un ataque fulminante al corazón. Él e Iniesta se habían vuelto amigos encontrándose durante los duelos de divisiones inferiores de sus respectivos equipos.

En España, Jessica, la esposa de Jarque, llora frente al televisor. Es la primera vez que ve un partido de futbol desde la muerte de su marido.

“Andrés le podía dedicar ese gol a su familia, a su mujer, a sus hijos, a tanta y tanta gente, y se lo dedica a Dani”, dirá más tarde, conmovida.

Al despedirse del Barcelona Don Andrés dijo, “quiero ser recordado como un gran futbolista y una gran persona”. Todo parece indicar que ha logrado su cometido.

Con su salida a Japón, el Mundial que empieza el próximo mes será la última oportunidad para ver a Iniesta en uno de los máximos escenarios del balompié. Habrá que disfrutarlo, porque en el futbol existen muchos ídolos, pero señores hay muy pocos.

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