¿Dios?, fe ciega y punto
Así de crudo, así de trágico, así de horrendo, hace unos días un hombre ahogó a sus dos hijos, Alejandro de 14 años, quien por cierto nació con Parálisis espástica, condición que lo confinó a silla de ruedas, padecer crisis frecuentes y carecer de lenguaje; y Marina de tan sólo 9, luego los quemó y terminó suicidándose tirándose al paso del tren.
La indecible tragedia ocurrió el 20 de marzo pasado en Getafe, España. En uno de los bolsillos del pantalón del parricida se leía: “He matado a mis hijos. No quiero que sufran. Yo iré al infierno y mis hijos al cielo”. Los detalles del terrible suceso fueron ampliamente consignados en una crónica publicada en el periódico El Mundo que se edita en España; dicha crónica está redactada por el periodista Víctor del Árbol quien entre otras cosas escribe: “Su padre les robó (a Marina y Alejandro) esa vida...Decidió, como deciden tantos cobardes, hacerle daño a una madre donde más le duele. Utilizó a sus hijos como castigo, como cosas que pueden ser arrebatadas, como arma para matar a su esposa sin tocarla. Y como todo cobarde, eligió escaparse de la vida y de la culpa por las vía rápida”.
Como padre de una hija con discapacidad, este tipo de sucesos, que no son frecuentes afortunadamente, pero que ya son más de uno, me sacuden hasta lo más hondo de mis sentimientos. En este caso en particular no logro evadir el tránsito por el territorio de los grandes cuestionamientos.
Según Raquel —la madre de los chicos inmolados—, José Alberto, el padre, era las manos y los pies del hijo con discapacidad; organizaba maratones en su comunidad en pro de asociaciones dedicadas a la atención de chicos con esa condición y a sus 46 años era muy apreciado por las personas que le trataban y asistía con frecuencia a la Iglesia. Cabe aclarar que hacía tiempo que no tenía trabajo lo que inevitablemente le acarreó depresión.
¿Se puede sentir compasión por un parricida que con suma crueldad les priva de la vida a sus hijos? ¿El trato diligente y amoroso que le dispenso al hijo con discapacidad durante 14 años fue fingido? ¿La repentina y violenta actitud del padre fue causada por la depresión?
Cito a la profesora de psiquiatría Seena Fazel “hay mucha preocupación sobre las autolesiones, acciones violentas y el suicidio entre las personas con alto grado de depresión sin tratamiento” ¿Ha sido José Alberto, el padre y esposo responsable quien ahogo y calcino a sus dos hijos pensando además en hacer sufrir a su esposa o un individuo patológicamente fuera de sí?
La mayor duda que me asiste es de carácter teológico, como creyente, aceptando lo que la Biblia dice respecto al infierno, lugar al que según la carta póstuma que deja el parricida irá a parar sin remedio: “los muertos no saben nada” (Eclesiastés 9:5 BA), y Jesús nunca diría algo contrario a lo que dice la palabra de Dios. “Porque todo aquel que invocare el nombre del señor, será salvado” Romanos l0:13, en caso de que mientras era despedazado por el tren haya invocado el perdón de sus actos, ¿será merecedor de la infinita misericordia divina? En otras palabras pregunto con humildad: ¿acaso Dios modificará sus designios? ¿O todo obedece a un solo destino, desde el principio y hasta el final? Evitando caer en miopías teológicas, simplemente confieso que siento enorme y profunda pena por la madre, los hijos y el marido y padre de este escalofriante y negro suceso.