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Y después de Raúl, ¿qué?

¿Qué sigue después de Raúl Padilla?, ¿quién o quiénes tomarán los liderazgos?, ¿cómo cambia el escenario de Jalisco la muerte del político más poderoso del Estado? Las preguntas flotan en el aire desde el momento mismo en que se conoció la muerte del ex rector. No podemos decir que algo cambió; todo cambió.

¿Puede la Universidad institucionalizar los procesos de decisión que durante años pasaron por la oficina, la tutela y la voluntad de Raúl? Ese es el gran reto. Si en la UdeG comienza una lucha por ver quién será el nuevo Raúl Padilla o el nuevo Carlos Ramírez Ladewig el resultado puede ser catastrófico, no sólo para el grupo político sino para la vida institucional de la Universidad y para el Estado mismo. La gobernabilidad de la UdeG y de Jalisco pasan por un nuevo arreglo institucional que reconozca las diferencias de opinión y las procese democráticamente. Ese tránsito depende fundamentalmente de cuatro personas: el rector Ricardo Villanueva, los ex rectores Trino Padilla y Tonatiuh Bravo y el ex secretario general, hoy rector del Centro Universitario de Tonalá, Alfredo Peña, que es también quien más conoce los hilos finos de la comunidad universitaria. Y depende también de que estos cuatro grandes liderazgos entiendan las inquietudes de profesores, trabajadores y alumnos que por años se han sentido minusvalorados o que sus demandas chocaron con las paredes del mando monolítico. Particular atención hay que poner en este proceso a las escuelas de Medicina y Derecho.

La suma del poder es siempre igual a uno. La enorme tajada de esa unidad que tenía Raúl no podrá ser absorbida por un solo personaje. El poder no se hereda, aunque erróneamente muchos hayan intentado obtenerlo así. El poder se conquista por las buenas o por las malas maneras. No pocos verán en la ausencia de “El Licenciado” la oportunidad para ganar un espacio de poder en la UdeG. Desde el propio gobernador Alfaro hasta liderazgos vinculados a Morena, pero principalmente grupos al interior de la propia Universidad. Si el poder de Raúl se disemina en muchas manos, como es previsible que suceda, la Universidad necesitará de nuevos arreglos institucionales para procesarlos democrática y eficazmente, para que la lucha sea por las buenas.

Si de verdad Ricardo Villanueva pensó en irse de candidato es momento que se le quite la calentura. Su gran reto hoy es entregar la rectoría en una transición pacífica y con plena legitimidad. El papel que desempeñe el gobernador -sea que se quede Enrique Alfaro hasta el final, sea que lo supla Enrique Ibarra- será fundamental para que ese tránsito, que sin duda será complicado, sea exitoso y tenga el menor costo para la Universidad y para Jalisco.

Después de Raúl es la hora de la política, de la buena política, en la UdeG.

diego.petersen@informador.com.mx
 

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