Y del fracaso de la oposición, ¿quién se hace cargo?
Comenzó la noche y salieron los cuchillos largos en la oposición. Alguien tiene que hacerse cargo del fracaso, porque lo sucedido el 2 de junio no se explica sólo por la operación política de Morena, ni por los programas sociales, ni porque Claudia Sheinbaum fue mejor candidata, ni por la popularidad del Presidente. Todo eso es cierto, pero también lo es que el Frente hizo una pésima campaña, que Xóchitl Gálvez estuvo lejos de la expectativa, que los partidos le pichicatearon el dinero y la publicidad y que los asesores fracasaron en su diagnóstico y sus propuestas.
Aunque todos tienen que revisar lo sucedido y hacerse cargo del fracaso, la disyuntiva no es la misma para cada uno de los partidos que integraron el frente.
El PRI está en una crisis de identidad. Todas sus banderas se las llevó Morena, y sus bases también. Hoy no tiene sentido defender los principios de una revolución del siglo pasado que ha sido superada, su estructura está muy débil y su marca desgastada. Lo que vale hoy del PRI son algunos de sus militantes, políticos con mucho oficio y un registro que sería complicado conseguir comenzando de cero. Fundar un nuevo partido parece la mejor opción.
El PAN es el único de los tres partidos del frente que tiene una base social y un voto duro más o menos estable y, sobre todo, una posición clara en el espectro político: es el partido de derecha en un país gobernado por una coalición de partidos que se dicen de izquierda. El gran problema del PAN es que sigue atorado en el siglo XX y le ha costado trabajo entender dónde están los mexicanos hoy. El voto de Xóchitl Gálvez se concentró en la población mayor de 45 años, un mercado electoral que va de salida. Como PAN o con otro nombre, el reto de los azules es convertirse en una oposición inteligente desde la derecha y para ello tiene que abrirse y dejar de lado la mochería. Antes que nada, tienen que quitarle la dirigencia nacional y las estatales a una generación de vividores, con Marko Cortés a la cabeza, que han hecho de la derrota un gran negocio.
Para el PRD la disyuntiva es mucho más sencilla: entierro tradicional o incineración. El partido que nació con el movimiento de Cuauhtémoc Cárdenas en 1988 murió a manos de sus propios fundadores. Una cosa vamos a extrañar del PRD: hoy por hoy es el único de los partidos autodenominados de izquierda en México que se hace cargo de la agenda de ampliación de libertades, pues, aunque MC tiene esa agenda en sus estatutos, salvo honrosas excepciones, sus candidatos electos (que no leen ni en defensa propia), sus militantes y sus votantes no se han enterado que son un partido socialdemócrata.
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