Serénense
Tengo una debilidad particular por la palabra “serénense”. Quizá porque era la expresión que usaba mi padre cuando se armaba la campal: cuatro discusiones simultáneas entre siete hijos y dos perros, todos dentro de una combi. Desde el puesto de chofer, que ocupaba él, salía el grito, ¡serénense, serénense! Nunca me quedó claro cuál era el efecto pacificador de esa esdrújula de cuatro sílabas, si las discusiones se resolvían por cansancio o había algo de magia en esa palabra, pero de que funcionaba, funcionaba.
El “serénense” de Enrique Alfaro a los emecistas parece tardío, pero no por ello es menos eficaz. Ya Esquer y Lemus habían bajado la guardia: uno con un tuit, como es la moda; el otro con una declaración poco creíble, pero sentida y realizada en el marco de la Asamblea Nacional (Nota al margen: la oferta conciliatoria de la mano tendida tiene un horrible retrogusto a Díaz Ordaz). Lo importante, en todo caso, no es que le hagan caso a Alfaro, sino que parezca que le hacen caso.
Alfaro y MC tenían que salir del atolladero en que se metieron solos a como diera lugar. Lo que comenzó como una guerra contra Raúl Padilla y la FIL terminó en un conflicto interno entre los naranjas y con una Feria del Libro a reventar. El famoso boicot no sólo no funcionó, sino que se convirtió en la comidilla en los pasillos de la Expo. Alfaro tuvo que salir a matizar su postura frente a la FIL, reconocer su importancia económica y social y a aclarar que su pleito no era con la Feria sino con Padilla. Da igual: el gobernador perdió desde el momento en que se le ocurrió hacer la manifestación contra la Feria el día de la inauguración, lo demás fue consecuencia.
Por el contrario, con el choque entre Esquer y Lemus ganó Alfaro. Al confrontarse los posibles candidatos el gobernador se colocó muy claramente por encima de ellos. El alcalde de Guadalajara mordió el anzuelo, se fue a la carga sin un plan claro de qué seguía y al final no se reveló contra el boicot acudiendo a la FIL y sí tuvo que aceptar que se equivocó. El gobernador, por el contrario, en este caso quedó como una magnánimo líder que controla a sus rijosos muchachos.
Para Lemus mantener el conflicto habría sido más costoso y riesgoso. Este error -que él mismo reconoce como tal- tiene consecuencias. En política, dicen los que saben de esto, nunca hay que bravuconear porque te miden, y al alcalde de Guadalajara literalmente le tomaron la medida. Lo que está en juego es la candidatura y en este estira y afloja quedó claro que si bien los posibles candidatos, Lemus o Esquer, tienen que construir su propia ruta, el gobernador Alfaro tiene poder de veto.
El que dice “serénense” es quien maneja.
diego.petersen@informador.com.mx