Rosario Robles o el falaz combate a la corrupción
La ex secretaria de Desarrollo Social de Peña Nieto, ex jefa de Gobierno sustituta de la Ciudad de México en el periodo de Cuauhtémoc Cárdenas y presidenta del PRD cuando el famoso escándalo de las ligas que embarró a López Obrador, fue liberada de las órdenes de aprehensión en su contra. La habían encarcelado preventivamente acusada de lavado de dinero y delincuencia organizada por la famosa “Estafa Maestra”, un mecanismo de desvío de recursos del Gobierno a las campañas políticas del PRI en tiempos de Peña Nieto.
¿Esto quiere decir que la “Estafa Maestra” no existió? No, por supuesto que no. La estafa se dio, el dinero de las Secretaría de Desarrollo Social y la de Desarrollo Territorial y Urbano, que debía alivianar las necesidades de los más pobres, terminó en campañas políticas. Eso fue un crimen y está probado. Animal Político documentó el desvío, dio cuenta de las empresas fantasma y las simulaciones, de las instituciones en los estados que se prestaron para sacar ese dinero e incluso de los servicios de seguridad que se contrataron para mover millones de pesos en efectivo. Que no nos quede la menor duda: la estafa existió.
Lo que no existió fue una buena estrategia de la Fiscalía de Gertz Manero. Animados más por el afán de venganza del Presidente (y eso que no es su fuerte) que nunca le perdonó a Rosario Robles que los videos de su secretario particular René Bejarano metiéndose dinero a las bolsas a manos llenas hayan salido de su entorno personal, la Fiscalía procesó a Robles por delitos que a la postre no pudo probar.
El Presidente obtuvo lo que quería: un año de cárcel para su enemiga política. Lo que no hubo y no hay es un efectivo y verdadero combate a la corrupción. Eso no le interesa a López Obrador, como quedó demostrado en el caso Segalmex, la “Estafa Maestra 2.0”. En este país la persecución a la corrupción, esa sólo existe en el discurso político, no en la procuración de justicia.
Para la Fiscalía de Gertz Manero es tan sólo otro fracaso acumulado, una raya más a un tigre muy moteado. Para los ciudadanos esto es la comprobación de que no son los gobiernos ni los gobernantes quienes van a combatir la corrupción; para ellos siempre ha sido y será un asunto político. O revivimos los esquemas ciudadanizados, como el Sistema Nacional Anticorrupción -y sus correspondientes estatales- o no habrá combate a la corrupción.
Inhibir y perseguir la corrupción es un asunto demasiado importante para dejarlo en manos de los políticos, el que sea.
diego.petersen@informador.com.mx