Rectoría: perfume de mujer y tufo a testosterona
Es prácticamente un hecho que la UdeG tendrá rectora. Más aún, si por alguna razón la decisión de los cuatro fantásticos, los cuatro factores de poder que controlan el Consejo General Universitario (Ricardo Villanueva, Trino Padilla, Alfredo Peña y Tonatiuh Bravo) optaran por nombrar a alguno de los candidatos de sexo masculino, se verían en un gran problema para explicar la decisión.
A quince días de la elección, hay pocas dudas de que tendremos una mujer en la rectoría general por primera vez en la historia de la Universidad de Guadalajara. El que los perfiles políticamente más fuertes, los que participan en la grilla universitaria, César Barba, Alberto Castellanos y Gustavo Padilla hayan decidido no inscribirse en la contienda despeja el camino a las mujeres contendientes, pero, sobre todo, manda una señal de que los cuatro que controlan están dirigiéndose hacia un punto de convergencia.
Las tres mujeres y los dos hombres que participarán en la elección son o han sido todos rectoras y rectores de algún centro universitario. Si aceptamos el argumento inicial de que todo está dado para que una mujer llegue a la rectoría general, tanto Francisco Muñoz como Iván Moreno tienen en esta ocasión menos probabilidades de ser electos. Leticia Leal, rectora de CU Tlajomulco y con larga carrera universitaria y en el servicio público, vive una situación familiar particularmente difícil y ha sido víctima de violencia vicaria en los últimos días, por lo que prácticamente se ha autodescartado.
La contienda parece, pues, estar entre Mara Robles y Karla Planter, con más posibilidades para esta última, que se ve más arropada por los liderazgos intermedios. Robles tiene un perfil político de mayor relevancia -ha sido líder estudiantil, diputada local y federal, varias veces candidata, militante de la izquierda y secretaria de Educación de la Ciudad de México; Planter tiene más fuerza hacia el interior: ha hecho su carrera desde los medios -en Siglo 21 y Radio UdeG- y luego en la universidad como una gran gestora del mundo académico.
El verdadero reto para la muy probable próxima rectora no es “estar a la altura” -una expresión que de sí tiene mucho de machismo- sino cambiar el sistema de gobernanza y control machista de la Universidad. No se trata solo de romper el techo de cristal, de llegar a un puesto al que ninguna mujer ha llegado, sino de cambiar la forma de entender y hacer política en una universidad que tiene un pasado glorioso y al mismo tiempo una historia, no muy lejana, en la que hablaban más las pistolas que las ideas. Es justo ese temor a la violencia lo que ha mantenido, y justificado, un sistema de control patriarcal en el que no participa ninguna mujer.
La sucesión rectoral en la UdeG tiene perfume de mujer; la política universitaria tiene un añejo tufo a testosterona.
diego.petersen@informador.com.mx