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PAN con lo mismo

Una de las constantes de la política es la capacidad que tienen las organizaciones para empeorar. Cuando el Partido Acción Nacional, el PAN, más necesidad tiene de reformarse, manda una señal de que su caída no ha tocado fondo, que son capaces de llevar a la dirigencia a uno de los orquestadores del desastre blanquiazul, Jorge Romero, destacado miembro del grupo político que generó el escándalo del cartel inmobiliario en Ciudad de México, y por el otro Adriana Dávila, una mujer trabajadora que inició su carrera como periodista, con experiencia como candidata, pero que no tiene ni el empaque ideológico que se requiere para dirigir a un partido en crisis, ni la presencia nacional para liderar lo que hoy es, otra vez, el principal partido de oposición.

Los malos resultados electorales del PAN son congruentes con la degradación del partido. Si el siglo XX significó el crecimiento lento, pero constante, de un partido de ideología conservadora y claramente democrático, el siglo XXI ha sido el de la acelerada descomposición ideológica y de la corrupción de sus cuadros. 

En la realidad política actual, con Morena como partido hegemónico, un PRI en proceso de implosión, un Movimiento Ciudadano con una profunda crisis de identidad (se dice de izquierda socialdemócrata, pero solo gana donde proponen candidatos de derecha conservadora) el PAN pareciera tener un lugar mucho más claro y definido dentro de la oposición: el partido de derecha, con una ideología más o menos clara. En principio debería ser el recipiente natural de los votos del desencanto, que por razones del ejercicio de gobierno tendrá Morena, sin embargo, para ello primero tiene que volver a tener un perfil identificable.

La caída del PAN fue fruto del desgaste natural de quien gobierna. La debacle se debió a que, en las dirigencias, tanto la nacional como la de los estados, fueron desplazados los ideólogos y su lugar lo ocuparon operadores pragmáticos, de esos que igual puede militar en el PAN, el PRI, el Verde o en todos a la vez.

No comparto la opinión del presidente de que la oposición está moralmente derrotada. Y no porque crea que quede algún resto de moralidad política en PAN, PRI o MC sino porque está dicho desde una supuesta superioridad moral de Morena que es absolutamente falsa. México necesita oposición, no para sacar a éste o a aquel partido a patadas del gobierno, sino para generar los equilibrios necesarios que nos obliguen a todos a pensar, y al gobernante en turno a actuar con prudencia.

PAN con lo mismo es una mala noticia, no solo para los panistas -que con su pan se lo coman- sino para el país entero (pues no hay que olvidar que a los partidos los mantenemos nosotros).

diego.petersen@informador.com.mx

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