Nos faltan cien mil
Oficialmente nos faltan cien mil. Sí, no son 43 ni 44, son cien mil la personas que el Gobierno federal reconoce como desaparecidas en este país. Bajaron 14 mil del registro oficial y hay quizá otro tanto que los gobiernos estatales no reportan, y hay también muchísimas más que no son denunciadas. La secretaria Alcalde puso la cifra un poco por abajo para no llegar a las seis cifras, como las tiendas que hacen descuento, y la dejó en 99,729. Hablar de cien mil desaparecidas y desaparecidos en lugar de 114 mil no cambia un ápice la dimensión de la tragedia, pues no se trata de cifras sino de familias rotas, de madres y padres que han perdido la paz, de hermanas y hermanos que vieron su vida truncarse de un momento a otro.
Quitar del registro a 14 mil personas de las que la Secretaría de Gobernación dice tener pruebas de vida (un concepto muy amplio, pues en algunos casos se trata del uso de alguna tarjeta o el testimonio de alguien que dice haberlos visto) solo sirve a la narrativa del Gobierno que tiene una excusa más para dejar de buscar y, sobre todo, abona a su discurso de cara a las elecciones.
Lo que los gobiernos estatales y el Gobierno federal no nos han podido -o querido- explicar es por qué desaparecen los que desaparecen y, sobre todo, quién los desaparece. Los esfuerzos están centrados en la reducción de la cifra, no en acabar con el fenómeno. Nadie investiga y por lo tanto a nadie se detiene por este delito de lesa humanidad que el año pasado registró 12 mil víctimas de acuerdo con el registro oficial. Sí, cada mes hay mil personas desaparecidas que se suman a los ocho mil asesinados. Ese es el tamaño de la tragedia y de la violencia en este país.
Nos sobran excusas de los gobiernos y nos faltan cien mil mujeres y hombres, la mayoría jóvenes. Algunas y algunos de ellos pueden estar vivos, son víctimas de trata de personas, sea para explotación sexual o laboral dentro de los grupos del crimen organizado, y nadie los está buscando. Otros, quizá la mayoría, están muertos en alguna de las fosas clandestinas que brotan en todo el país como hongos en temporada.
Y ahora sí que, retomando las palabras del Presidente y sus colaboradores, hay que combatir las causas. Y la causa principal de la desaparición, con todo respeto, no es la pobreza ni el hambre, sino la impunidad con la que el crimen organizado controla los territorios, la causa a combatir es la ausencia del Estado en las comunidades, los barrios y las colonias donde hay alguien a quien llaman “jefe de plaza” y que decide quién merece vivir y quién no, quién debe trabajar para ellos y quién le estorba en su empresa ilícita.
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