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Nada pasa hasta que sucede

Todo está bien hasta que deja de estarlo. El martes por la tarde nos dimos cuenta de lo frágil que es nuestra seguridad, que de nada sirve cantar loas, presumir la reducción de delitos porque bajaron las denuncias si de un momento a otro un grupo del crimen organizado puede paralizar las entradas y salidas de la ciudad, bajar a una familia de su auto, quemar camiones, autos y negocios a discreción.

Una vez más quedó demostrado que nuestra seguridad depende más de lo que los delincuentes hagan o dejen de hacer que de las instituciones del Estado. Qué bueno que las fuerzas armadas hayan detectado la reunión de grupos de crimen organizado que se llevaría a cabo en Ixtlahuacán del Río y que hayan actuado en consecuencia. Qué grave que, con los antecedentes de aquel primero de mayo de 2015, no se hayan tomado precauciones sobre posibles bloqueos y ataques. En esta ocasión no hubo desgracias que lamentar, pero otra vez dependemos del humor y buena ejecución de los atacantes, no de quienes nos defienden.

Hoy la paz depende de otros. Otro que, por lo que dejó ver ayer el general secretario Luis Cresencio Sandoval, las fuerzas del Estado saben perfectamente quién es y qué ha hecho, pero sobre todo que no debería estar en la calle, pues había sido detenido y fue liberado gracias al mal trabajo de un agente de la Fiscalía o de un juez. Un otro que estuvo involucrado en el asesinato del secretario de Turismo, José de Jesús Gallegos, hace diez años y nadie lo detuvo. Otro que se filma al mando de enormes ejércitos de delincuencia organizada y hace cantar un corrido con su historia por el simple placer de saberse poderoso.

De poco sirven las estadísticas que presumen el presidente en La Mañanera o el gobernador en sus videos si el territorio está en manos de otros. En el Excel no hay negocio que pierda dinero ni gobernante que haga mal su trabajo. Siempre habrá en las estadísticas de seguridad una cifra que presumir, un dato a destacar en el que todo parece que va muy bien. Porque efectivamente, nada pasa hasta que sucede, pero nada sucede por azar. La violencia está sembrada en el territorio y es producto de que desde hace años el Estado lo abandonó, y rindió la plaza ante los señores del crimen organizado. Sí, a los gobernantes actuales les dejaron un cochinero, pero los elegimos para arreglar los problemas, no para que nos los platicaran.

diego.petersen@informador.com.mx

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