Los pobres como estrategia política
Sorprendió que ayer, durante la Mañanera, el Presidente se abriera de capa. Ya no habló de los pobres como la gran deuda de justicia social de este país, ni como su pasión redentora, sino como estrategia política: los pobres como seguro para mantener el poder. Dicho en sus palabras, ayudando a los pobres va uno a la segura, porque “cuando se necesite defender a la transformación se cuenta con el apoyo de ellos, no así con sectores de clase media, ni con los de arriba, ni con los medios, ni con la intelectualidad”.
La pregunta es si lo que entiende el Presidente por transformación es lo mismo que entienden los pobres. Los programas sociales son una extraordinaria herramienta de compensación a desigualdades estructurales, pero están lejísimos de significar una transformación. Los aspectos positivos de la gestión de este Gobierno poco o nada tienen que ver con transformaciones estructurales salvo el intento, aún no conseguido, de desmontar las instituciones de la democracia y reformas, muy positivas desde mi punto de vista, en el sector laboral: el aumento al salario, a las vacaciones y la libertad sindical.
Más allá de programas sociales (algunos por cierto fracasados como Jóvenes Construyendo el Futuro) y las conquistas laborales, que nadie en su sano juicio pondrá en duda, no está claro qué es lo que el Presidente cree que hay que defender de su autodenominada Cuarta Transformación en las próximas elecciones. El factor que más impacta en el gasto familiar y puede convertir a una familia de clase media en pobre en cuestión de meses es la salud y ese ha sido el gran fracaso de la gestión de López Obrador. Cada año promete que ahora sí van a transformar el sector salud, pero lejos de mejorar empeora, porque la gestión ha sido entre mala y pésima.
El gran nivelador social, la educación, tampoco tiene buenas cuentas. Atrapados en discusiones ideológicas sobre el modelo educativo, la gestión obradorista no ha significado un avance en la calidad educativa. En el debate por la educación ganó la visión de los más radicales, pero en ella los pobres no son los destinatarios de un mejor servicio que abra las puertas para que las nuevas generaciones tengan acceso a una mejor calidad de vida.
El otro gran factor que afecta a todos, pero principalmente a los más pobres, la inseguridad, tampoco ha mejorado. En el mejor de los casos podemos decir que los índices están estables, en la punta histórica más alta de los indicadores de violencia.
Cuando el Presidente convoque a los pobres a defender la transformación en realidad los estará convocando a votar por Morena. Pensar que los pobres votan por los programas sociales suele ser uno de los grandes errores de estrategia política. Solo un dato: Peña Nieto y su grupo político apostaron a que los programas sociales les salvarían la elección y la derrota fue estrepitosa.
diego.petersen@informador.com.mx