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Los nuevos símbolos del 15 de septiembre

El de López Obrador es un gobierno de símbolos. Lo ha sido desde el primer día que ejerció el poder, antes aún de tomar posesión, cuando, derivado de una consulta popular patito, decidió cancelar el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAIM). Es solo un símbolo, dijeron sus colaboradores, y en efecto lo fue; a partir de ese momento comenzó el desmantelamiento del viejo régimen, el régimen neoliberal, de acuerdo con los seguidores del presidente; el régimen democrático, de acuerdo con los detractores. Fue el inicio de lo que él denominó la Cuarta Transformación.

El cierre de gobierno obradorista no podía ser menos simbólico. Este día 15 de septiembre, día del grito, habrá dos actos de gran potencia significativa que sintetizan el gobierno de López Obrador: ese día se promulgará la reforma que cambia  -y somete- al Poder Judicial. Ese mismo día, en un reconocimiento de la derrota del Estado frente al crimen organizado, se cancela el grito en todo el estado de Sinaloa.

Los dos actos son igualmente simbólicos. Por un lado, la reforma es el símbolo de triunfo del obradorismo sobre el viejo régimen, el símbolo de la supremacía del Poder Ejecutivo sobre todos los demás y sobre cualquier obstáculo que se interponga a su proyecto de nación. Tengan para que aprendan. Es también el símbolo de la derrota del Estado frente al crimen organizado, la síntesis de una fallida política de seguridad, de los balazos derrotando a los abrazos, y el reconocimiento de que el Estado no puede frente a ese otro que manda en el territorio.

¿Cuál de los dos símbolos representa mejor el sexenio? Ambos. No habíamos visto un presidente tan poderoso, con esa capacidad para cambiar el rumbo del país, desde Carlos Salinas de Gortari en los años ochenta del siglo pasado. Tampoco habíamos visto un crimen organizado tan fuerte, tan plantado y con tanto control de lo que sucede en las  comunidades a lo largo y ancho del país. Los dos anuncios sintetizan de manera clara el fin de un sexenio donde todo cambió, excepto la estructura básica del poder del crimen organizado. O bueno sí cambió, para mal, pues creció más de lo que ya tenía.

Es cierto que los sinaloenses viven y vivirán con el mismo miedo el día 15 que cualquier otro día, y que en otros estados el miedo es exactamente el mismo; que en muchos pueblos no habrá grito o, si lo hay, será con la bendición del “jefe de plaza”. También es cierto que da exactamente igual qué día se publique la reforma, es un acto burocrático que en nada afecta el contenido ni su aplicación, pero los símbolos son potentes por lo que representan.  

Feliz día de la independencia (y que vivan los héroes que nos dieron puente).

diego.petersen@informador.com.mx

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