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Los hijos, el flanco débil del Presidente

Todos los políticos tienen un flanco débil: la familia, y particularmente, los hijos. Les toleran lo que a nadie más, dejan de ver lo que es evidente y transfieren en esa permisividad toda su culpa como padres, porque, salvo excepciones, los políticos suelen ser muy malos padres. El tiempo y la vida apenas les alcanza para buscar el poder y para los hijos quedan sólo residuos de madre o padre.

La oposición, perdida como está, sin discurso ni proyecto, olió la sangre y encontró en los hijos de López Obrador el talón de Aquiles del Presidente. Es ahí donde pueden hacer daño, entre otras cosas, porque hay mucha tela de dónde cortar.

El reportaje de la casa Gris evidenció la forma de vida del mayor de los hijos, José Ramón, que nada tiene que ver con la austeridad republicana y la honrosa medianía juarista. Pocas veces vimos tan desencajado al Presidente como en aquella mañanera pronunciando la frase “al parecer la señora tiene dinero”. El asunto, sin embargo, se quedó en el círculo rojo. No rompió el halo de decencia que tiene el Presidente que siguió con mucha credibilidad entre la mayoría de los mexicanos.

La red de negocios de Andrés, el segundo de los hijos, Andy, como se le conoce entre sus amigos, puede hacer mucho más daño, no sólo porque se trata de burdos negocios de amigos del hijo del Presidente y porque viola todas las normas de buen ejercicio del gasto, sino porque llega en plena época electoral. El más reciente escándalo, dado a conocer por Carlos Loret en Latinus, es un pequeño negocio de azulejos de un amigo de Andy que de un día a otro vende 300 millones de pesos en material médico, sin licitación, al Estado de Campeche, donde reina la más lambiscona de las gobernadoras, Layda Sansores.

Al mismo tiempo, el Presidente carga contra el Instituto Nacional de Transparencia y Acceso a la Información (INAI) al que quiso neutralizar instruyendo al Senado que no nombrara consejeros y al que ahora quiere desaparecer porque sabe el riesgo que representa. Si bien es cierto que el INAI no es el INE en términos de reconocimiento y querencia ciudadana, los burdos ataques del Presidente y la amenaza a la institución que garantiza el derecho a la información frente a la opacidad de todos los gobiernos, representan una oportunidad para que la oposición vuelva a movilizar a las clases medias como lo hicieron en la marcha en defensa del INE, la famosa marea rosa.

Dicho en metáfora beisbolera que tanto gusta a López Obrador, el batazo del Presidente fue un elevado al cuadro que está flotando en el aire. Falta que haya alguien en la oposición (o sea, la candidata Xóchitl Gálvez) sea capaz de atrapar ese globito y tirar para doble play. A ver si no se les va a volver a caer la pelotita porque todos corren a agarrarla y nadie la cacha.

diego.petersen@informador.com.mx

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