Los dos que el cielo le mandó al general
Cuentan que, en una iglesia en las afueras de la ciudad, un fiel entraba todos los días a la misma hora a rezar. Aunque movía sus labios no se escuchaban sus plegarias. El cura, sin embargo, notó que aquel hombre volteaba insistentemente la mirada hacia el cristo al tiempo que levantaba la mano haciendo una V con los dedos índice y medio. Como todo cura curioso y entrometido, o si se prefiere, como todo pastor preocupado por su grey, el sacerdote finalmente abordó al fiel. -¿Qué le pides tú al señor haciendo ese signo con la manos: imploras la victoria para algún ser querido o le pides amor y paz para la humanidad? -Nada de eso, sólo le pido que todos los días me mande dos. -¿Dos, qué?, repreguntó el cura chismoso. -Dos más imbéciles que yo, del resto sí me encargo y con eso gano suficiente para vivir.
Al general secretario el cielo le mandó sus dos: una, la que le vendió el departamento baratísimo, y el otro, el que le creyó el cuento. Lo que no aclaró ayer el general Sandoval -que dijo que compró su departamento en ganga, pues estaba en obra gris- es cuánto le costó terminarlo y de dónde salió ese dinero. Estas dudas son, lo acepto, de alguien de poca fe, pues seguramente el cielo le mandó otros dos para terminar la obra. Todos sabemos que cuando dios da, da a manos llenas.
Lo que no le mandó el cielo al general, el mismo que en la Mañanera explicaba paciente y condescendientemente a los incrédulos de la oportunidad, fue la resolución de la Corte, esa que llegó unas horas más tarde. La invalidación de la ley opaca -esa que permitió que los proyectos prioritarios de la 4T que construye el Ejército se hagan con la eficiencia que da la opacidad y la no observancia de la ley- abrirá una caja de pandora y nos permitirá enterarnos de algunas cosas de lo sucedido en el aeropuerto Felipe Ángeles y en el Tren Maya, las dos obras que el cielo le mandó al general.
El Presidente hizo una defensa de Luis Crescencio Sandoval como no lo había hecho con ningún otro de sus funcionarios: “¿Le tengo confianza al general?, claro que sí, desde que decidí invitarlo fue porque es incorruptible… nuestro escudo protector es la autoridad moral”, dijo. El problema es que no es una cuestión de fe, sino de datos: hoy sabemos que hubo pagos en efectivo en la construcción del aeropuerto Felipe Ángeles, que hay problemas en el cumplimiento de las normas y manifestaciones de impacto ambiental del Tren Maya; que hay un sobre costo en las obras del tren. Para eso necesitamos la transparencia que nos regresó ayer la Corte, para saber qué están haciendo con nuestro dinero, con el dinero del pueblo para ponerlo en términos actuales. Qué bueno que el Presidente crea que el general es honesto, pero para nosotros eso no basta, tienen que demostrarlo rindiendo cuentas. Hoy por hoy los escándalos de los viajes y el departamento verde olivo hablan de otra cosa.
El general ya consiguió sus dos, no seamos nosotros el tercero.
diego.petersen@informador.com.mx