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La cándida y torpe idea de negociar con el crimen organizado

Ahora fue Manuel Espino, un ex panista, militante de los grupos de extrema derecha, reconvertido súbitamente en lopezobradorista, quien propuso la cándida y torpe idea de negociar con el crimen organizado. Me parece que se trata más de una necesidad de atraer reflectores por parte del político duranguense que de una idea medianamente seria y que el simple hecho de haberlo planteado ameritaría que no volviéramos a hablar de ello. Sin embargo, por el revuelo que ha tomado la propuesta vale la pena insistir en por qué eso no funciona.

La primera razón, por básica que parezca, por la que no hay negociación posible es porque el Estado no puede renunciar a la aplicación de la ley. Una cosa es que se hagan de la vista gorda, todo el tiempo en todas partes, como decía el slogan de una radiodifusora, y otra es que se pueda establecer un diálogo. En el supuesto caso de que esto sucediera, suponemos que el Gobierno pediría la reducción de la violencia a cambio de no perseguir ciertos delitos. Hoy los delincuentes saben que nadie los va a perseguir, que la ineficiencia de las Fiscalías y del Poder Judicial es tal que la oferta es poco apetecible. Una segunda razón, muy básica, es que el crimen organizado es por definición inestable. ¿Con quién se platica? ¿Quién asegura que el acuerdo alcanzado hoy se respetará mañana? El fracaso de Peña Nieto en Michoacán es el mejor ejemplo de ello.

Contaba Manuel Camacho Solís que cuando llegó a la regencia de la Ciudad de México en 1988, su jefe de la Policía, Javier García Paniagua, le puso cuotas, delito por delito, a los criminales que actuaban en la capital. El resultado fue el desplazamiento de las bandas de secuestro, robo de autos y asalto a bancos (que en aquel entonces era negocio) a otras ciudades del país. Guadalajara, junto con Monterrey y Cuernavaca, fue una de las víctimas de aquel “acuerdo”.

El crimen organizado no ejerce la violencia porque le guste. En su mundo ideal ellos deberían mandar y delinquir sin matar a nadie. Ejercen la violencia porque la necesitan para ejercer negocios ilegales, porque es la manera en que imponen su ley. La única razón por la que dejarían de ejercer la violencia es porque ya no la necesitan, porque pudieran hacer negocios ilegales -que es a fin de cuentas lo que buscan- sin tener que gastar en armas, balas y sicarios.

En todo el mundo hay crimen organizado, en todos los países se vende droga, en muchísimos hay piratería y hasta robo de autopartes con mucho menos violencia. Es cierto. Lo que no hay es control territorial. Un Gobierno puede “administrar” qué delitos persigue y hasta dónde. Lo que no puede ceder es que en un territorio específico exista otro poder que le dispute los dos grandes monopolios del Estado: el cobro de impuestos y el ejercicio de la violencia legítima.

Vuelvo al principio, quizá la tontería comienza por escuchar a Espino.
 

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