Ideas

La AMLO farmacia y otras grandes ideas

“Ayer estaba yo pensando”, dijo el Presidente mientras se tocaba las sienes con los dedos índices de las dos manos, y que se le ocurre una gran idea: hacer una farmacia con todos los medicamentos del mundo, aunque, acotó, en cantidades razonables. Algo así como un banco de medicamentos, la Disneylandia de la salud. ¿Dónde? Pues en la Ciudad de México, dónde más podría estar algo tan maravilloso, único en el mundo. Estaba orgulloso de sí mismo. En la soledad del poder había encontrado al fin la solución al problema que más le han reclamado los mexicanos, más incluso que el de la inseguridad. ¿Por qué a nadie se le había ocurrido antes? Si faltan medicinas, hagamos una farmacia. Si faltan muchas medicinas, hagamos una farmacia grandotota. 

Parafraseando a Monsiváis, lo que hizo ayer el señor Presidente fue una sincera declaración patrimonial de sus bienes intelectuales. Cinco años después no entiende cuál es el problema del abasto de medicamentos, no entiende que lo que rompió fue la cadena de suministro, que tener la medicina adecuada, en el lugar indicado, en el momento necesario no es un problema de dinero, ni de capacidad de almacén sino de logística. 

Sin contar los trámites burocráticos, que esos suponemos quedarán resueltos por la magia de la Transformación: ¿cuánto tardaría un antibiótico desde la AMLO farmacia para llegar a Tomatlán, Jalisco? Si, en un arranque de eficiencia no la mandan a través de Birmex, porque ya fracasó, sino en una paquetería de paga va a durar entre 48 y 72 horas a un costo aproximado de 200 pesos. Si lo mandamos con un propio, en un servicio personalizado por paciente, que tome un avión a Puerto Vallarta y luego un camión a Tomatlán, podría llegar en 10 horas a un costo de entre cuatro y cinco mil pesos.

Los grandes almacenes de medicinas, que sí existieron en el siglo pasado, fracasaron, justamente porque las medicinas no llegaban a su destino (la boca del paciente) en el tiempo adecuado y caducaban en el almacén. En el Gobierno de Zedillo se diseñó un sistema descentralizado (no fue una ocurrencia de una tarde, tardaron tres años en pensarlo y operarlo) porque entendieron que el costo del medicamento hay que calcularlo cuando llega a su destino. El problema no fue el sistema, fue la corrupción de los gobiernos locales (incluyendo el de López Obrador en la Ciudad de México de 2000 a 2006) en su relación con las empresas distribuidoras de medicamentos.

Había que combatir la corrupción de las empresas distribuidoras y de las farmacéuticas, de eso nadie tiene la menor duda, pero el Presidente tiró al niño (la salud de los mexicanos) con todo y el agua sucia. Recentralizar no sólo las compras, como intentó y fracasó al inicio del Gobierno, sino ahora el almacén de medicamentos, es una pésima ocurrencia, aunque haya salido de la cabeza del Presidente.

diego.petersen@informador.com.mx

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