Trump y Sheinbaum: el primer arrimón
El primer arrimón de Donald Trump al equipo de Claudia Sheinbaum sirvió para dos cosas: para comprobar que efectivamente México será la piñata de los republicanos en estas elecciones, y para mostrar lo verde que está aún el equipo de la próxima presidenta de México en materia de comunicación política: Claudia reaccionó públicamente (con un tuit) a una noticia falsa. Como niños héroes, tanto Sheinbaum como el futuro secretario de Economía, Marcelo Ebrard, se envolvieron en la bandera y salieron a la defensa del IQ del exsecretario de Relaciones Exteriores y la soberanía nacional. Cuando se dieron cuenta de que en realidad el candidato republicano se refería al IQ del presidente Biden, ya era demasiado tarde. El oso estaba hecho.
Las preguntas de fondo son si efectivamente Estados Unidos puede imponer aranceles a los productos manufacturados en México y si la economía estadounidense sobreviviría sin mano de obra ilegal. Hay dos formas de ver el problema. Trump y compañía, promotores del nuevo nacionalismo estadounidense, dicen que México les robó la industria automotriz y, por tanto, los empleos que esta generaba en los estados del norte de ese país. En realidad, el Tratado de Libre Comercio salvó a la industria automotriz estadounidense de una debacle inminente ante la falta de competitividad frente a la industria automotriz asiática. Si existen aún las grandes marcas como Ford, General Motors o Chrysler, es porque están ensamblados con mano de obra mexicana, mucho más barata que la estadounidense. Si Trump impone aranceles a los autos ensamblados en México, las plantas armadoras van a sufrir, pero los que van a pagar el pato serán los consumidores de su país, sus votantes.
Regular la migración ilegal ha sido el sueño de todo presidente estadounidense, al menos desde Ronald Reagan. No se puede, por una sencilla razón: lo que le da sentido económico es que sea ilegal. Muchos procesos en el campo, la agroindustria, la construcción y algunos servicios como restaurantes o jardinería, dependen de que sean ilegales, de que se les pague poco y no tengan carga legal. Más allá de los discursos xenófobos de los republicanos, la economía estadounidense necesita migrantes ilegales y la mayoría de ellos entrarán por la frontera mexicana. Lo que el gobierno estadounidense espera oír de su homólogo en México no es cómo acabar con la migración, sino cómo regularla; lo que los votantes quieren oír es que hay alguien que es culpable de sus problemas.
Si al discurso patriotero de las campañas estadounidenses el gobierno de Sheinbaum responde envolviéndose en la bandera, no hay manera de que gane. Si ya sabemos que viene la tormenta, lo mejor es apertrecharse con información. Ante el discurso xenófobo y falso de Trump y Vance, se necesitan datos de lo que significa la compleja relación de dos países en la que cada uno es el socio comercial más importante del otro.