Salvar la democracia; las horas cruciales
“No sólo hoy debemos ser demócratas, debemos hacerlo a diario de todas las maneras posibles”. Las palabras son de José Ramón Cossío, ministro en retiro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación en el mitin de defensa del INE en el Zócalo. Y tiene razón: la democracia se construye a diario porque las amenazas a la democracia son también cotidianas.
Ser demócrata no es salir a protestar un día. Eso está muy bien y ayer era sin duda el día para hacerlo. Ser demócrata es reconocer los derechos del otro en cada situación, en cada coyuntura. Ser demócrata es entender que no se trata de “quién tiene la razón” sino tener la certeza de que la razón política se construye entre todos, escuchándonos los unos a los otros. Ser demócrata no es tener ideas fijas y estar dispuesto a morir por defenderlas, como exigen los líderes mesiánicos, los del todo o nada, los del blanco y negro, sino estar dispuesto siempre en esa defensa a aprender del otro, del que piensa distinto.
Todas las democracias tienen un gran enemigo: la insaciable lógica de reproducción del poder. Las democracias, aun las más antiguas del mundo, viven cotidianamente amenazadas por el poder. Lo acabamos de ver con el intento de golpe al Congreso de Donald Trump en una de las democracias más antiguas y consolidadas del mundo. La mayor amenaza de cualquier democracia es el desequilibrio de poder y eso es lo que está en juego hoy en México.
Una democracia está viva mientras haya ciudadanos dispuestos a practicarla. Lo que vimos ayer en el Zócalo de la Ciudad de México, en la Plaza de la Liberación en Guadalajara, en la Macro Plaza de Monterrey y en decenas de otras ciudades del país, fue una muestra de sanidad democrática, de ejercicio de derechos ciudadanos, de expresión de inconformidad, pero sobre todo de equilibrio.
Vienen horas cruciales para la democracia mexicana. La amenaza del “Plan B” es real. Más allá de filias y fobias, se trata de una regresión democrática, de un impulso del partido en el poder por mantener el poder más allá de las sanas reglas de la competencia política. El INE sí se toca. Hay que tocarlo tantas veces como sea necesario, pero para ampliar los derechos ciudadanos, no para destruirlos. Para controlar la ambición política, no para ampliar los poderes gubernamentales.
En las horas cruciales lo que salvará a la democracia es, sí, el voto de los ministros de la Corte, que valorarán la constitucionalidad de los cambios legales al sistema electoral, una responsabilidad nada sencilla, que tiene límite de tiempo y de intervención. En las horas cruciales lo que realmente salvará a la democracia es que los ciudadanos seamos demócratas y de todas las maneras posibles hoy, mañana y todos los días.
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Diego Petersen Farah