No es Ken, es EU
Dice la Presidenta Claudia Sheinbaum que no sabe cuál es el verdadero embajador de Estados Unidos: el amigo Ken, que hace unos días alababa los esfuerzos de México por hacer cambios en el Poder Judicial, o el embajador Salazar que ha estado haciendo fuertes críticas a la política de seguridad del Estado mexicano y en particular del Gobierno de López Obrador. Que no tenga duda, el asunto no es personal. El real Ken Salazar es el último.
El cambio de discurso del embajador de Estados Unidos no es un asunto personal, es solo una señal de que el tono de la relación está cambiando. Ambos lados de la frontera han decidido subir los reclamos, mandar mensajes de distanciamiento para expresar el desacuerdo. Ambos lados saben que no pueden romper, que lo que está en juego es mucho más que quién me cae bien o mal.
La pregunta que tiene que hacerse el Gobierno mexicano es hasta dónde puede tensar una cuerda que evidentemente no es del mismo grosor de un lado que de otro. Los recursos del Estado mexicano para presionar al Estadounidense son mucho menores, pero lejos está de ser un pato cojo.
La relación con el vecino del Norte tiene tres cuerdas distintas en tensión en este momento: seguridad, migración y comercio. Aunque sabemos bien que con la llegada del gobierno de Trump las dos últimas se tensaran irremediablemente, en este momento la tensión está solo en el tema de seguridad y particularmente en el tráfico de fentanilo, que se convirtió para ellos en un asunto de seguridad nacional. Estados Unidos necesita la colaboración de México y cualquier regateo en este sentido es leído como un asunto de lesa amistad.
Explotar el sentimiento antiyanqui es un arma de doble filo. Para la Presidenta Sheinbaum y para la 4T enfrentar de tú a tú a los estadounidenses le dará sin duda bonos entre los mexicanos, la pregunta es si hay algo que se pueda realmente ganar dándole excusas al Gobierno de Trump para subir el tono y encarecer las negociaciones.
El gran reto de la diplomacia mexicana será mantener las tres cuerdas de tensión con el vecino del Norte en negociaciones separadas. Que los temas comerciales sean solo comerciales, los de frontera de frontera y los de seguridad se queden entre policías. El Gobierno de Trump buscará enredarlos, como ya lo hizo con la amenaza de subir aranceles si México no controlaba la frontera, y como ya amenazó en la campaña que volverá a hacerlo. Desde esa perspectiva lo que más convendría al Gobierno mexicano en este momento es resolver el tema de seguridad con el Gobierno de Biden, pero eso implica hacer cambios fuertes en la política de los abrazos y empoderar a García Harfuch, lo cual no le va a gustar mucho a los verdes.