La regresión autoritaria
La reforma para proteger las reformas que está en proceso de aprobación en la Cámara de Senadores es la regresión autoritaria más importante en décadas. Todas las reformas políticas la segunda mitad del siglo XX estuvieron encaminadas a abrir el régimen político. Desde la reforma de 1963, que permitió a la existencia de diputados plurinominales, la de partidos políticos en 1977, que dio cabida a nuevos partidos, la que creó al INE en 1997, así como las de los primeros años del XXI, que fortalecieron los derechos ciudadanos frente al Estado, particularmente la gran reforma constitucional que cambio el sistema de garantía por uno de derechos en 2011, en todas avanzamos. Arrancarle poder al poder fue un proceso largo, tortuoso y lleno de vicisitudes, pero cada reforma los ciudadanos ganamos terreno frente al poder del Estado. Esta es la primera reforma en 60 años que se hace para quitarle poder a los ciudadanos. Es, literalmente, una regresión autoritaria.
Más allá de que la hayan descafeinado o le hayan quitado las cosas abiertamente improcedentes, como desconocer los tratados internacionales o sobreseer por decreto juicios en curso, la reforma llamada de “supremacía constitucional” es un retroceso. El nombre es ya un absurdo (la Constitución es por sí misma una ley suprema) y un eufemismo para cambiar el equilibrio de poderes previamente establecido. Se trata darle a una mayoría política -a la que mañosamente confunden con el pueblo- la capacidad para borrar cualquier disidencia.
Las mayorías de Morena en las Cámaras de Diputados y Senadores han sido interpretadas por sus operadores políticos como una carta en blanco para la concentración de poder y el desmantelamiento del sistema político. Detrás de la reforma de “supremacía constitucional” vendrá una cascada de reformas, el famoso Plan C, que concentrarán todo el poder a una presidencia sin contrapesos. No, no es un regreso a la presidencia imperial de los años del PRI como partido hegemónico, porque, a quererlo o no, el PRI era un complejo sistema de equilibrios. Morena no es el viejo PRI. Morena no es un partido, es un movimiento con un liderazgo unipersonal, ahora en la sombra, pero que tiene a su hijo como representante, como una especie de comisario político dentro del movimiento que exige, si cortapisas, a los legisladores cuidar el “legado de su padre”.
Lo dijo el grupo Molotov con buen ritmo y simpatía: si le das más poder al poder más duro te van a joder. El riesgo de una larga noche autoritaria en México no es menor. Lo que estamos perdiendo con esta reforma es mucho más que el derecho de ampararnos ante un abuso de poder, estamos perdiendo el derecho y las herramientas para construir en democracia.