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La explotación del indigenismo en las campañas

En un video, a mi gusto fuera de lugar, Claudia Sheinbaum aparece vestida de indígena purépecha, con enagua, falda, mandil, huipil y rebozo, según explica otra mujer, también vestida de indígena, que suponemos es parte de algunas de las decenas de comunidades purépechas, quien luego la nombra “nana”, le dice que ella “sí es indígena” porque protege a los indígenas. Toda la escena es ridícula, pues en la ya larga trayectoria política de Claudia no hay un solo puesto en el que ella haya tenido algo que ver con los indígenas, y menos aún de Michoacán. Su carrera académica y política tiene que ver con cuestiones ambientales y particularmente en la Ciudad de México. ¿Para qué impostar?

La única explicación es que Xóchitl Gálvez sigue marcando la campaña de Morena. El desgaste al que han sometido a la senadora el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, y el líder de Morena, Mario Delgado, se entiende como un proceso para minar la credibilidad de la opositora. Podemos discutir si es legal o incluso moral el abuso del poder presidencial; sin embargo, tiene una lógica política gastar el capital político del Presidente, que no es poco, en desvirtuar a la muy probable candidata del Frente. Es ruin, como lo hemos comentado anteriormente, cuestionar quién si merece reconocerse como indígena y quién no y más aún si se hace a partir de estereotipos de libro de texto. Lo que no tiene lógica es querer que Claudia quiera ser lo que no es.

Es sin duda positivo que hoy todos quieran ser indígenas, que el indigenismo esté en el centro de la discusión política gracias a que Xóchitl se reconoció a sí misma como indígena. No es la primera vez que tenemos una precandidata indígena. Hace seis años María de Jesús Patricio irrumpió como candidata independiente. No logró las firmas necesarias para llegar a la contienda presidencial; lo más que logró fue poner la agenda indígena y la forma de ver el país de un grupo por demás diverso de pueblos en todo el país.

Lo que menos necesitan los pueblos originarios es su folclorización. Si el indigenismo irrumpió en las campañas por la vía del descontón, es momento de hacerlos protagonistas de las acciones y no sujetos de admiración y protección. Si de verdad Xóchitl y Claudia se dicen o se sienten indígenas lo deseable no es que usen electoralmente su condición de hija (real o bastarda, según quien lo vea en el caso de Gálvez; adoptada o fingida, en el caso de Sheinbaum) para proponer una política pública para los pueblos originarios hechas desde los pueblos mismos. De otra manera, lo que estaremos presenciando es una vulgar explotación del indigenismos con fines electorales en ambos bandos.

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