Fuerzas Armadas, pequeña confusión
El Ejército y la Marina cuidarán proyectos para que “zopilotes” no se queden con el patrimonio de los mexicanos. La metáfora es fuerte, pues los zopilotes son aves carroñeras. Son aprovechados, sí, pero siempre están en pos de los cadáveres, de lo que ya está muerto. No discutamos si Santa Lucía nació muerto, o si el Tren maya o interoceánico serán unos elefantes blancos, el tiempo lo dirá. Lo que resulta increíble es la forma en que las Fuerzas Armadas, hoy metidas en los grandes negocios del país, conciben su papel en la República. Sirvan dos asuntos recientes como ejemplo.
El primero es la declaración-confesión en la mañanera del almirante secretario de Marina, Rafael Ojeda, de que habían detectado robo de uniformes al interior de la corporación y que estos terminaron en el crimen organizado. Que existan marinos corruptos es triste, pero podríamos decir que inevitable: en un país con tanta tolerancia a la corrupción es muy difícil que no haya elementos corruptos en todas las corporaciones. Lo delicado es lo que dijo después: primero es que no denunciaron porque es muy difícil meterlos a la cárcel. Dicho en otras palabras, qué flojera la ley. Es muy desalentador que el secretario de Marina piense eso; es terrible que lo diga en público. Pero lo más delicado vino después. Los dimos de baja, dijo porque “si quieren delinquir que se vayan a otro lado”. En su lógica el problema no es cometer delitos, sino que se hagan al interior de la corporación. Delinquir, para el almirante secretario, es una opción.
No habían pasado 48 horas de esas declaraciones cuando nos enteramos del robo más grande de la historia del Puerto de Manzanillo, hoy bajo control de la Marina: el pasado 5 de junio un comando armado se llevó 20 contenedores cargados de oro, plata y electrodomésticos. Estuvieron toda la noche, entre 8 y 10 horas en los patios del puerto, operando grúas, montando los contenedores en góndolas sin que nadie los enfrentara. ¿Dónde estaban los elementos de la Marina; hubo complicidad o sólo incapacidad?
Otra vez: la presencia disuasiva de las fuerzas armadas parece no disuadir a nadie, ni siquiera a los mismos elementos de la Marina. Renunciar, prohibir el abuso de fuerza por parte de las corporaciones no sólo es lo correcto, es lo que obliga la ley: la respuesta debe ser siempre proporcional. A lo que el Estado y particularmente las fuerzas armadas no pueden renunciar es a la aplicación de la ley y menos porque andan muy ocupados “administrando” proyectos.
El trabajo de las Fuerzas Armadas no es garantizar la continuidad de los proyectos de un gobierno, cualquiera que sea, sino la integridad del país. Pequeña confusión.
Diego Petersen Farah
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