Eufemismos y el fracaso de la política
En política los eufemismos son una forma de engaño o incluso de autoengaño, cuando no de reírse del otro, de ese que se considera el enemigo. En la Revolución Mexicana las tropas tenían prohibido robar, pues se había convertido en una extendida mala costumbre; se inventaron entonces los préstamos forzosos, que nunca se pagaban y terminaban siendo un robo, pero para la causa. Los cristeros no mataban, “ajusticiaban” al enemigo en el nombre de dios. Los guerrilleros de los años setenta no robaban, “expropiaban” bienes de bancos, supermercados, tiendas departamentales. Según el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, el Gobierno de López Obrador no expropió las vías férreas de Ferromex en el sur del país, sólo las “ocupó temporalmente”.
La expropiación es un mecanismo del Estado para hacerse de un bien en beneficio del país. Está satanizada porque implica una apropiación forzosa de un bien privado y atenta contra el principio básico de la seguridad jurídica de la tenencia de un bien; sin embargo, existe como figura en nuestras leyes y está perfectamente establecido no sólo cuándo, sino cómo debe llevarse a cabo una expropiación. Y no es exactamente como lo hizo el Gobierno lopezobradorista, pues había un acuerdo previo que el Gobierno desconoció.
El Presidente sigue mandando mensajes de que le estorba la ley. Los tres pequeños tramos de ferrocarril que fueron expropiados y tomados a la fuerza por la Marina se requieren para los proyectos estratégicos que se construyen en el sur del país. Son esos pequeños kilómetros que hacen la diferencia entre tener o no tener un sistema. Tan es así que se había llegado a un acuerdo para compartir el derecho de vía, pero a la postre el Gobierno decidió que fuera sólo para él. ¿Se puede argumentar sólidamente la utilidad pública de la expropiación?, ¿era esa la única salida o había posibilidad de construir un acuerdo con el concesionario?, ¿por qué así, sin diálogo y por la fuerza?
Más allá del fondo, la forma es fatal. El mensaje, también muy revolucionario, es primero mata y después “viriguas”; primero la fuerza y después analizamos lo legal. Los eufemismos del secretario de Gobernación lejos de generar tranquilidad suenan a burla, y el uso de la Marina para la toma de instalaciones nada tiene de amoroso. Pareciera que el Presidente ya decidió que hará su voluntad sin importarle ningún otro poder o freno legal, y que la política ha fracasado como forma de generar acuerdos en este país, lo cual es sumamente desalentador y preocupante.
Digámoslo sin eufemismos: los signos de una Presidencia autocrática, que desconoce los límites y los equilibrios de poder, son cada día más evidentes. Ni los proyectos, ni el presupuesto, ni las instituciones, ni el pueblo, ni el país son propiedad del Presidente.
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Diego Petersen Farah