Encuestas de vestidor
Los grandes partidos comienzan a jugarse mucho antes de entrar a la cancha. Pesa la prensa, pesa la posición en la tabla, pesa la estrategia, pesa la cancha. Ningún partido se gana antes de jugarlo, es cierto, pero el ambiente previo es crucial. Todo eso que sucede antes del partido es lo que llamamos goles de vestidor, esos que hace parecer que un equipo va adelante antes incluso de saltar a la cancha.
Lo mismo sucede en las elecciones. El ambiente previo pesa y pesa mucho. Siempre hay un candidato que arranca como favorito y nada importa tanto para generar ese ambiente como las encuestas previas que cambian o afianzan una percepción.
La mayoría de las elecciones tienden a cerrarse durante las campañas, pero no es una regla. López Obrador es el mejor ejemplo de las dos cosas. En la elección de 2018 arrancó por delante de sus contrincantes, José Antonio Meade del PRI, y Ricardo Anaya de la Coalición PAN, PRD, MC. Nunca perdió la ventaja que obtuvo en el vestidor y a medida que pasó la campaña la distancia se fue abriendo hasta lograr un voto histórico de 53%, el más alto en la era de las elecciones democráticas. Todo lo contrario sucedió en 2006 cuando López Obrador tenía un margen amplísimo sobre los otros dos candidatos, Roberto Madrazo del PRI, y Felipe Calderón candidato del PAN y lo fue perdiendo a fuerza cometer error tras error. Él nunca lo reconocerá, se siente mucho más cómodo instalado en el discurso del fraude electoral y el complot, pero si López Obrador hubiera sido un poco menos soberbio en aquella elección lo más probable es que hubiese ganado con una buena diferencia.
Claudia Sheinbaum tiene un amplio margen de cara a la elección del 2024 sobre Xóchitl Gálvez. Descartemos los extremos: no es cierto que son 30 puntos de ventaja, ni es cierto que la elección está cerrada. También es cierto que la boleta no está completa, falta el candidato de MC que puede ser absolutamente inocuo o alguien que rompa el equilibrio, como sería el caso si Marcelo Ebrard decide participar. En cualquier caso, esos 15, 20 o 25 puntos de diferencia difícilmente se van a ampliar, lo normal es que la diferencia tienda a reducirse durante la campaña. Mantener o cambiar la diferencia dependerá en mucho de que Claudia no se equivoque, pero sobre todo de que Xóchitl ofrezca una alternativa de país creíble, lo cual no es fácil cuando compite por las siglas de partidos tan desprestigiados como el PRI y el PAN, y sobre todo que emocione a sus electores.
Si la candidata de oposición logra polarizar la elección poco importa lo que digan ahora las encuestas de vestidor. Si no emociona esto no se va a mover demasiado.