Encinas o la izquierda que nunca fue
Con la salida de Alejandro Encinas termina cualquier intento del Gobierno de López Obrador por ser o parecer de izquierda. Encinas representa el fracaso de este Gobierno y esta generación por lograr una forma distinta de enfrentar el pasado y el presente en materia de derechos humanos.
Encinas fracasó en su intento por esclarecer el caso de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa y la noche de Iguala. Tuvo que sacrificar al fiscal especial, Omar Trejo, quien terminó renunciando ante el manoseo de la Fiscalía General de la República y la negativa de las Fuerzas Armadas a que avanzara la investigación. Fracasó también en el intento por reconstruir una nueva versión de la historia sobre la guerra sucia, la persecución extrajudicial a los guerrilleros de los años sesenta y setentas. Topó con el ejército y de ahí no pasó. Y fracasó en el combate a la desaparición como fenómeno criminal en México. Nunca tuvo dinero para hacer una verdadera política pública que permitiera esclarecer las desapariciones (en política amor que no se expresa en el presupuesto no es amor). Además, se confrontó por este tema con el secretario Adán Augusto López, quien buscó resolver el problema al más puro estilo priista: negándolo todo. A la postre tuvo también que sacrificar a quien encabezaba los esfuerzos por explicar la desaparición en México, Karla Quintana, y todo quedó en rollo. El único que faltaba por renunciar era él y lo hizo el día de ayer sin pena ni gloria, como fue su paso por la subsecretaría.
Alejandro Encinas era el hombre fuerte de la Secretaría de Gobernación a principios del Gobierno y el interlocutor con activistas y grupos de la sociedad civil. Una vez en el poder el Presidente fue cerrando las puertas del diálogo con estos grupos y Encinas se fue haciendo chiquito. Cuando vino el relevo de Olga Sánchez Cordero al frente de Gobernación y el Presidente optó por su paisano, Adán Augusto, y no por quien había sido su jefe de Gobierno, mano derecha y sucesor al frente de la Ciudad de México, fue evidente que López Obrador apostaría por una agenda más pragmática y cercana a las Fuerzas Armadas.
A partir de ahí Encinas se fue haciendo políticamente débil. Dejó de ser un personaje de las mañaneras, perdió todas las batallas ante las Fuerzas Armadas e incluso en un segundo relevo en Gobernación ni siquiera fue considerado. Irse en este momento al equipo de campaña de Claudia Sheinbaum es un salvavidas para un personaje que se hundía en la irrelevancia.
El paso de Alejandro Encinas por el Gobierno es el vivo retrato de la izquierda que nunca fue, del giro de López Obrador hacia la militarización y el pragmatismo priista contra la que tanto pelearon los líderes izquierdistas.