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Criminalidad, el impuesto fantasma

La criminalidad cuesta y cuesta mucho. Hay muchas formas de verlo. Una, la más conocida, es la medición que hace el Inegi en la que estima el porcentaje del gasto que destinamos a la seguridad. De acuerdo con el último estudio, en 2022 el costo de la inseguridad, sumando el valor de activos perdidos, el gasto en seguros e implementos de seguridad, así como las pérdidas por victimización, sumaron 319,100 millones de pesos. En promedio fueron 8,100 pesos lo que cada mexicano perdió por inseguridad, seis por ciento más que el año anterior. Veámoslo de esta manera: la inseguridad nos quita directamente el cuatro por ciento de los ingresos a los mexicanos.

La inseguridad es, pues, un impuesto fantasma. Al igual que los fantasmas, las autoridades negarán una y otra vez que este impuesto exista, pero de que lo hay lo hay, de que lo pagamos, lo pagamos. Si el crimen organizado cobra a los productores de limón dos pesos por kilo cosechado; si por cada camión que baja de las minas con material hay que pagar diez dólares; si los materiales de construcción en Valle de Bravo hay que comprarlos sólo a los miembros de la mafia a un precio entre 30 y 40 por ciento mayor; si los negocios tienen que pagar protección a alguien que no es el Estado, etcétera, todos esos son costos no contabilizados que se traduce el alza de precios, inflación, pues.

Pero hay más. ¿Cuánto nos cuesta que cada camión con mercancía apetecible para el crimen organizado vaya vigilado por seguridad privada?, ¿cómo medimos los costos de oportunidad? ¿Cómo contabilizamos todo aquello que nosotros mismos, los ciudadanos de a pie, dejamos de hacer por miedo, cosas tan sencillas como no hacer un viaje por carretera por temor a ser asaltados? ¿O el costo de que las grandes empresas transnacionales dejen de invertir en México porque no hay condiciones de seguridad para sus trabajadores?

La inseguridad es un grillete en la economía que padecemos todos, todos los días y que desangra a los mexicanos. Nos hemos acostumbrado a ella como si fuera un destino fatal, cada día gastamos más tiempo, dinero y esfuerzo personal en construir una seguridad para nuestras familias y lo que recibimos de los gobiernos, los obligados a brindarnos seguridad a cambio de nuestros impuestos, son estadísticas, estadísticas y más estadísticas. 

La solución a los problemas de inseguridad no puede ser individual (dejar de salir, contratar seguridad privada, crecer las bardas, poner alambres de púas o vidrios en las azoteas, gastar en alarmas o en el peor de los casos en armamento). Es lo más caro y lo más ineficiente. Lo que nos toca a los ciudadanos es exigir, exigir y seguir exigiendo, es cierto, pero también dejar de alimentar al fantasma comprando robado, consumiendo drogas ilícitas (no es un tema de moralidad sino de criminalidad), adquiriendo productos piratas o haciendo negocios para el blanqueo de dinero. 

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