Claudia, la montaña rusa y la UNAM
El sexto informe del Presidente López Obrador fue como llegar al punto máximo de la subida en la montaña rusa. Lo que viene es un mes de bajada, a toda velocidad, con cambios imprevistos, muchos gritos, sustos y, con suerte, con un aterrizaje sereno el primero de octubre.
El Presidente está feliz. Tiene un mes con mayoría constitucional en el Congreso de la Unión para hacer lo que quiera. Todo lo que no pudo hacer a lo largo de casi seis años, ahora tiene un mes completo para hacerlo. ¿Cuántas reformas se pueden hacer en un mes? Las que quiera el Presidente, es cosa de desearlo para que se cumpla. El problema lo tiene Claudia Sheinbaum, quien deberá afrontar las consecuencias de cada una de las reformas y cada una de las decisiones del Presidente.
No deja de ser paradójico y al mismo tiempo simbólico que el presidente del gabinete más chilango y más unamita de la historia (nunca habíamos tenido tantos secretarios de la Ciudad de México y tantos de la UNAM como los nombrados por Sheinbaum) enfrente un movimiento estudiantil que nació en la UNAM y que contagió a varias universidades privadas.
Hoy la única oposición real son los estudiantes en la calle y particularmente los de la UNAM. Claudia Sheinbaum viene del movimiento estudiantil de 1986 en la UNAM, el CEU, y sabe perfectamente lo que significa políticamente que los estudiantes estén en la calle. No puede desoírlos, pero tampoco ponerse enfrente al carro de la montaña rusa de la 4T, frenético descenso y con el Presidente en el primer asiento.
No deja de ser significativo que la presidenta electa haya decidido tomar vacaciones de tres días justo cuando la reforma judicial será aprobada en el Congreso. Más allá de que necesita tomar distancia del Presidente, que no la deja ni a sol ni a sombra, es evidente que ella no quiere estar en el momento en que se apruebe la reforma judicial, no porque no esté de acuerdo en lo general, sino para no tener que dar la cara por una reforma cuyo contenido es en gran medida una venganza personal de López Obrador.
¿Se convertirá septiembre en el mes de los estudiantes, particularmente de la UNAM, en las calles? Dependerá fundamentalmente de dos cosas. La primera es que el movimiento frente a la reforma judicial logre convocar más allá de la facultad de derecho. Lo que vimos ayer en el Ángel de la Independencia no fue menor, aunque está lejos de ser un tema de preocupación para el régimen. La segunda, y sin duda más delicada políticamente, es que no se le junte la protesta contra la reforma con el décimo aniversario de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa. Si los dos movimientos llegan a coincidir en las calles a finales de este mes, Sheinbaum arrancará el sexenio el 1 de octubre en medio de la tormenta perfecta.