Alfaro y los amores perros
Con el lema de “obras son amores”, el gobernador de Jalisco decidió que lo mejor en lo que podía usar su tiempo como gobernador era provocar a los universitarios, ir de plantel en plantel a inaugurar obras, la mayoría menores, para mostrar al mundo que él sí apoya a la UdeG. El viernes sucedió lo que tenía que suceder: se salió de sus casillas y con dedo flamígero –y un par de guaruras a los costados– confrontó a funcionarios universitarios que le reclamaban obras inconclusas frente al Centro Universitario Valles.
Vamos a dejar de lado las formas rudas y el tonito amenazante del gobernador. Las preguntas son: ¿cuál es la estrategia detrás de estas provocaciones?, ¿qué gana el Estado?, ¿qué gana el Gobierno con esta confrontación contra la universidad, alimentada desde Casa Jalisco?
Una de las respuestas posibles es que desde el Gobierno consideran que quitarle poder al Grupo Universidad, y particularmente a Raúl Padilla, es benéfico para el Estado, que el exceso de poder acumulado por este grupo y esta persona son un lastre para el desarrollo. Un diagnóstico compartido por otros gobernadores y ninguno logró gran cosa. Lo que no se sigue es que la forma de debilitar políticamente a Padilla sea con este tipo de confrontaciones y amenazas infantiles. Digamos que el gobernador hace un diagnóstico de cáncer y sale valientemente a enfrentarlo con jarabito para la tos. La actitud raya en lo ridículo.
Una cosa es el estilo personal de gobernar, informal y directo, y otra muy distinta es confrontarse porrilmente con quien sea. Ni el gobernador ni el Gobierno ganan nada con un video como el que circuló profusamente este fin de semana. Dedicar tiempo y esfuerzo del gobernador a pleitos callejeros con los medios, los periodistas, los universitarios o los actores políticos contrarios rebajan al gobernador a niveles de cacique de pueblo.
Para el común de los mortales las obras públicas las hace una sola gran entidad llamada Gobierno. Da igual si es el federal o el estatal, si es la UdeG o la Secretaría de Infraestructura y Obra Pública (SIOP). Eso sólo le importa a los egos confundidos de los gobernantes que creen que tener la capacidad de decidir cómo invertir el presupuesto equivale a modificar la realidad.
Pero volviendo a las preguntas iniciales: ¿cuál es la estrategia?, ¿de verdad el gobernador no tiene nada mejor qué hacer que ir a cucar a los universitarios? Porque no, las obras no son amores, son obligaciones, y cuando se hacen a gruñidos son sólo amores perros. Aunque al gobernador Alfaro no le guste, los universitarios, como cualquier otro ciudadano, tienen todo el derecho a reclamarle que las cosas que se hacen con nuestro dinero se hagan en tiempo y forma.
Diego Petersen Farah
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