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Alfaro después de Padilla

La sorpresiva muerte de Raúl Padilla desacomodó el tablero político no sólo de la Universidad de Guadalajara, sino de todo el Estado. Uno de los efectos directos es sobre el Gobierno de Enrique Alfaro, que había construido en el ex rector y factótum político universitario su némesis y, en los últimos tiempos, su enemigo a modo sobre el cual giraba el discurso y las batallas. Fueron muchas las ocasiones en que el gobernador dijo que su problema no era con la Universidad sino con Padilla, que él no iba a entregar más presupuesto para que Raúl hiciera negocios. Súbitamente el “problema” (así entre comillas) dejó de existir. ¿Qué sigue?

Aunque sin duda el gobernador y su equipo tratarán de tender puentes con los universitarios, hoy más que nunca en la UdeG negociar con el Gobierno alfarista será considerado un acto de traición. (Imposible no pensar en aquella escena de la película de El Padrino cuando, ante la muerte de Don Corleone, el consiglieri, Tom Hagen le dice a Mike, el heredero del imperio: “Quien durante el entierro de tu padre te ofrezca la reconciliación, ese es el traidor”.) Lo cohesión interna de los universitarios pasa por mantener el enemigo común.

Lo que sigue al interior de la Universidad es la desconfianza y en política nada hay más difícil de combatir. Ser anti alfarista será el rasgo de identidad y el sentido de pertenencia de los leones negros. Ellos seguirán teniendo en Alfaro su Lex Luthor particular. Y aunque en el mediano plazo, de cara a la sucesión en la rectoría, lo más probable es que el grupo político de la UdeG tienda a la dispersión ante la falta de la fuerza centrípeta -esa especie de hoyo negro político que significaba el liderazgo de Raúl Padilla- para ese momento, a finales del 2024 principios del 2025, habrá ya nuevo gobernador y Presidente de la República, y Alfaro estará disminuido.

Ningún gobernador le quitó tanto peso político al Grupo Universidad como lo hizo Alfaro: en el Congreso los redujo a dos diputados sin posibilidad de influencia y en el Poder Judicial los sacó de puestos de decisión claves, particularmente en el Consejo de la Judicatura. Sin embargo, la repentina desaparición del líder reconfigura el tablero completo, no sólo el de la Universidad. La muerte de Raúl deja a Alfaro con muchas fichas, pero con un enemigo aún más difícil de combatir: la memoria del líder que se va en pleno ejercicio del poder.

Los últimos cuatro gobernadores, de Alberto Cárdenas a Aristóteles Sandoval, hubieran soñado gobernar Jalisco sin Raúl Padilla disputándoles el poder. El riesgo para Alfaro es que el sueño se convierta en pesadilla. En política como en la vida real los fantasmas no existen, pero de que los hay, los hay.


diego.petersen@informador.com.mx

Diego Petersen Farah

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