Abrazos (el Ejército); no (se fijen en los) balazos
Es una masacre. Sea en un partido de futbol profesional, en una cascarita o un enfrentamiento entre policías y ladrones un resultado de 19-0 habla de una desigualdad esencial. En el deporte hablamos de equipos de diferente nivel. En temas policíacos o de seguridad se trata de un uso desmedido de la fuerza. Qué bueno que no hubo un solo soldado o policía muerto en el enfrentamiento con criminales, ojalá nunca los hubiese. Qué grave que mueran 19 personas, a las que impunemente llamamos criminales simplemente porque murieron a manos de las Fuerzas Armadas. Nadie los juzgó, ningún juez los declaró culpables, el ejército los condenó, y los condenó a muerte.
La masacre se dio, según nos cuentan, hace ocho días durante la captura de un jefe de “la mayiza” apodado “El Max”, presuntamente un criminal muy peligroso pero que resultó no serlo tanto, pues su grupo fue un flan para el Ejército Mexicano que abatió a 19 sin recibir un solo tiro por parte de los peligrosos. Y otra vez, que bueno que ningún soldado resultó siquiera herido, la pregunta es si las 19 muertes eran inevitables. Eran jóvenes con nombre propio, Juan, Pedro, Josué, Seatiel, Joel, Horacio, Ricardo, Kevin, Rafael… de diferentes partes del país como Tijuana, Guadalajara, Veracruz, Culiacán. Nadie les preguntó si estaban ahí por voluntad propia, no sabemos si eran o no parte del crimen organizado o empleados de otro tipo. A diferencia de otros casos de abuso por parte de las Fuerzas Armadas que hemos visto en esta semana, en ese no hubo videos.
Al igual que en las masacres de Tanhuato, Tlatlaya o Aguas Blancas, las Fuerzas Armadas van a negar el abuso de poder y protegerán a los suyos. Pasamos del revolucionario “mátalos y después viriguas” al “mátalos y no averigües más”. La diferencia es que en aquellas masacres hubo una voz, la de la Comisión Nacional de Derechos Humanos que le puso rostro a las víctimas y nombre al lo sucedido: fue una masacre, un uso indebido de la fuerza. Los gobiernos de la llamada Cuarta Transformación aniquilaron esa voz. La presidenta de la Comisión, Rosario Piedra Ibarra, no solo desmanteló la institución, sino que acalló la voz de las víctimas de abuso de poder. De las 3 mil 500 quejas por abuso de las Fuerzas Armadas desechó en automático 99 por ciento.
El gobierno de Claudia Sheinbaum, que se dice humanista e hija del 68, no solo le dio todo el respaldo a la reforma que concretó el paso de la Guardia Nacional al Ejército, sino que quiere reelegir a Rosario Piedra al frente de la CNDH para seguir con la política de Abrazos (al Ejército); no (se fijen en los) balazos.