Ideas

AMLO y Trump: el uno y el otro

“Logramos que México nos diera gratis 28 mil soldados... El Presidente de México es un gran caballero, por cierto, socialista, pero está bien, no se puede tener todo”, dijo Donald Trump en referencia al Presidente de México. En la mañanera, Andrés Manuel López Obrador respondió a los elogios de Trump con la misma moneda: “Él es capitalista y no es perfecto, pero es buena persona y lo respeto”.

¿En qué mundo alguien puede considerar a Donald Trump -un patán, acosador, agresivo, déspota, mentiroso consumado- una buena persona? En el de la política, en ese mundo donde lo que importa no son los principios, aunque todo el tiempo los saquen a pasear y los presuman como si los tuvieran, sino los resultados. A Donald Trump le da exactamente igual lo que piense López Obrador mientras le ponga 28 mil soldados en la frontera. ¿Quién puede considerar a Andrés Manuel un caballero, cuando todos los días insulta a diestra y siniestra? Alguien que hace exactamente lo mismo. En el fondo al Presidente López Obrador le importa poco lo que diga Trump mientras no se le atraviese en su proyecto de país, que es al fin de cuentas su proyecto personal.

No hay que caer en la tentación de las explicaciones facilonas. Decir que se entienden bien porque ambos son populistas es simplificar a dos personajes muy complejos. Lo que comparten es una gran capacidad para generar situaciones políticas a través del discurso. Cada cosa que dicen y cómo la dicen tiene un objetivo y una intención. Cada insulto, cada amenaza, cada adjetivo busca generar una respuesta en su interlocutor. Otro elemento fundamental es que ambos son antisistema. A ninguno de los dos les gusta jugar dentro de la caja y les estorban las reglas. Buscan siempre adaptar el mundo a sus ideas y no sus ideas al mundo, lo que hace que siempre parezcan estar en el límite, a punto de caer, de perderlo todo en cada jugada, y sin embargo, suelen salir airosos en la mayoría de los retos.

Finalmente, hay que decir que ambos tienen un ego descomunal. Lo expresan de maneras muy distintas, pero los dos creen que están cambiando la historia, que el mundo no sería el mismo sin ellos, que todo lo que les precedió no merece otro lugar en la historia que el basurero. Ninguno de los dos sabe cómo va a terminar su relato, pero ya se vieron en un billete o en una moneda.

Qué importa si uno es capitalista y el otro socialista, a quién le dicen algo hoy esas categoría de hace 50 años. Lo que les importa es que ambos saben que pueden ser útiles el uno para el otro.

diego.petersen@informador.com.mx

Diego Petersen Farah

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