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AMLO y Lilly Téllez contra los "progres"

¿En qué se parecen López Obrador y Lilly Téllez? Para muchos, fanáticos de ambos bandos, la simple pregunta es ofensiva, pero como buenos extremos están mucho más cerca de lo que creen. Una de las cosas en las que coinciden es en llamar despectivamente “progres” a todos aquellos que impulsan, desde muy diversas trincheras, la agenda de ampliación de libertades.

López Obrador detesta a los “progres” porque le critican sus actitudes abiertamente conservadoras en materia de género, derechos humanos, política de drogas, libertad de cátedra, entre otras. El Presidente ha sido un destructor de instituciones y políticas de ampliación de libertades: acabó con la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) imponiendo a Rosario Piedra Ibarra; acabó con el sistema de guarderías, fundamental para las mujeres trabajadoras; minimizó a los institutos de defensa de las mujeres y la diversidad; impuso una ley de ciencia que entre otros defectos impone desde el Gobierno en turno una visión única y para colmo vigilada por las Fuerzas Armadas.

Lilly Téllez no canta mal las rancheras. La senadora (que no hay que olvidar que llegó ahí de la mano de Morena, aunque ahora esté en el PAN) es la máxima expresión la derecha conservadora cuya principal motivación no es la defensa de las libertades sino evitar la ampliación de las libertades de los otros. Con su vehemencia característica, más llena de adjetivos de contenidos, Téllez se dedica a combatir la ruina moral impulsada por lo que ella llama una “élite progresista que ni siquiera conoce al país”.

López Obrador habla por el pueblo; Téllez también. Sólo ellos creen conocer al país y los deseos profundos de pueblo, por tanto, desprecian cualquier pensamiento crítico al que encasillan en “los progres”, sean los ecologistas que defienden la selva maya o los que exigen el reconocimiento de la libertad sexual o de género. AMLO y Lilly son dos caras del mismo populismo, ese que hace del pueblo una enunciación, un pueblo que no tiene más rostro que el que ellos deciden, ni más representantes que los que ellos deciden.

Hace un par de años advertíamos que el riesgo del radicalismo obradorista era el pendulazo, como le sucedió a Brasil con Jair Bolsonaro. Hoy el populismo de derecha tienen nombre y apellido, se llama Lilly Téllez y sería un grave error desestimarla, pues a medida que Morena se radicaliza se fortalece la opción igualmente radical, pero inversa.

Hoy la moderación parece haber pasado de moda y la agenda de ampliación de libertades desde la sociedad civil es vista con desprecio de uno y otro lado de péndulo político. Pero es justamente el desprecio del poder lo que le da sentido hoy a esa agenda que despectivamente los extremos llaman “progres”. Ampliar las libertades será siempre un acto de desafío al poder. Quizá sólo por eso o aunque sea por eso tiene sentido.

diego.petersen@informador.com.mx

Diego Petersen Farah

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