AMLO: Los retos del sexto año
López Obrador llega a su último año de Gobierno con un activo que otros hubieran envidiado: una popularidad que en promedio ronda el 60 por ciento, o lo que es lo mismo: seis de cada diez aprueban su Gobierno. Se dice fácil, simplemente nadie lo había logrado. La popularidad no es sólo un asunto de ego, ese es inevitable, sino principalmente de gobernabilidad. Sólo el que tiene respaldo popular puede tomar decisiones. El ejemplo más claro de lo que es gobernar sin popularidad es Peña Nieto, que tuvo que entregar de facto el poder el día que perdió las elecciones. López Obrador llega al sexto año con una capacidad de maniobra que no había tenido ninguno de sus antecesores. No obstante, los riesgos están ahí y no son menores. A saber:
Las obras emblemáticas. El discurso del Presidente ha puesto en tres obras emblemáticas la memoria de su Gobierno: el Tren Maya, la refinería Olmeca en Dos Bocas, Tabasco, y el aeropuerto Felipe Ángeles. Ninguna de las tres va a funcionar al 100 por ciento de su capacidad al final del sexenio; es más, quizá falten años para que den el servicio que prometieron. Será una batalla discursiva, de narrativas, dicen ahora. El Presidente y sus huestes, con Epigmenio Ibarra al frente, defendiendo que son inéditas e importantísimas; la oposición buscando cada pequeño error y defecto para criticarlas, pero, sobre todo, cada sobre precio o acto de corrupción. Este último es el segundo gran reto.
Corrupción. Si de algo podemos estar seguros es que, en estas obras, como en todas las que realiza cualquier Gobierno hubo actos de corrupción, favoritismos y violaciones a la ley. Es, tristemente, consustancial al ejercicio del presupuesto. En un año electoral la oposición va a buscar cualquier acto corrupto y va a atacar con todo; es su papel y su obligación. Poco ayuda al Presidente los desplantes de gasto de sus hijos, las opacidades del Ejército y los ataques que él mismo ha hecho al Inai, que no hacen sino aumentar las sospechas de que algo anda mal particularmente en dos obras que duplicaron su presupuesto inicial; el Tren Maya y la refinería Olmeca.
Seguridad: La narrativa del Presidente de que la seguridad mejora se desmorona como un monumento de terracota. Los datos de una tendencia a la baja en delitos que presumen en las mañaneras contrastan con una realidad en las que los asesinatos, las masacres y sobre todo las desapariciones están a la orden del día en gran parte del territorio nacional. Baste ver el crecimiento de la preocupación ciudadana por la seguridad en las encuestas para darnos cuenta de que ese será el tema del último año de Gobierno. El margen de maniobra del Presidente es muy poco. Los resultados no van a cambiar en un año, la Guardia Nacional no va a funcionar mejor de lo que opera hoy (bastante mal, por cierto) y los gobiernos estatales, ni los de Morena ni los de oposición, van a hacer nada. Sera también una batalla discursiva donde lo único que tiene a su favor es su popularidad.