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2024: lo importante es cómo, no quién

2024 será un año de pasiones desbordadas. El Presidente logró meternos en su juego de que en esta elección nos jugamos el futuro del país. Es muy parecido a lo que nos dicen los partidos cada seis años; en ese sentido, no hay nada nuevo bajo el sol. En el 1994 hablamos del choque de trenes; nunca pasó. En 2000 la polarización giró en torno a la transición democrática, que llegó con todas sus esperanzas y desilusiones. En el 2006 el leit motiv fue López Obrador y el famoso “peligro para México”. El 2012 fue el año de la restauración de los que decían saber gobernar e iban a salvar el país y lo hundieron un poco más. El 2018 fue la elección del hartazgo y la esperanza, que no murió al último, sino muy temprano en el sexenio. 

La elección de 2024 nos la van a vender una vez más como la del todo o nada, la del paso al abismo o la salvación; continuidad o regresión. Aunque todo es un poco cierto, dependiendo del lado de la historia desde el que se mira, la verdad es que lo que está en juego en esta elección es menos el proyecto político y más las intuiciones del Estado. Lo que nos jugamos en el 2014 es el modelo democrático tal y como lo entendemos hoy; qué trasformaciones necesitan y cuáles son los pilares fundamentales que hay que conservar.

Tal como se está perfilando la elección presidencial tendremos dos polos y un tercer candidato testimonial. Quien está hoy decidido a favor de Claudia o a favor de Xóchitl ve la elección como un referendo del obradorismo: ¿quieres que siga o no el proyecto de Gobierno del actual Presidente? Y si bien esa continuidad o no será el punto central del debate, lo importante no es el nombre sino cómo las instituciones. No es quién se sentará en la silla presidencial, sino en qué condiciones y con qué legitimidad democrática lo hará. Lo que nos jugamos en 2024 son las instituciones y la forma en que entendemos la democracia. Si el resultado es transparente y aceptado por las candidatas y los partidos; si el Congreso se integra de manera plural y las resoluciones de las instituciones y poderes son transparentes y apegadas a la ley, la próxima Presidenta, la que sea, estará obligada a sentarse a negociar con todos, con los que piensan como ella y con quienes no piensan como ella; tendrá que respetar la división de poder y proponer, desde le Congreso y construyendo mayorías, las transformaciones que crea convenientes. Se aprobarán sólo las que tengan consenso. 

No lo perdamos de vista: es el cómo y no el quién lo que nos jugamos en 2024. 

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