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Esquivel y la renuencia a la renuncia

La UNAM dijo que la tesis sí es copiada, pero no tiene facultades para anular un título. La Secretaría de Educación Pública dice que la dependencia puede anular una cédula profesional, pero no un título porque ella no los expide, sólo los registra. En síntesis, en las leyes y reglamentos está muy claro qué se requiere para obtener y registrar un título profesional, para dar el grado de licenciado a un alumno que ha cumplido con todos los requisitos, pero no para quitarlo. No fue una ley hecha para tramposos, y la ministra Yasmín Esquivel lo sabe.

En este caso se podría aplicar fácilmente una de las frases favoritas del Presidente López Obrador, “no me vengan con que la ley es la ley”. Es cierto que no existe una ley para “deslicenciar” a un licenciado, pero la exhibición misma del plagio y las mentiras y manipulaciones posteriores bastarían para que la ministra Esquivel presentara su renuncia, incluso para que tanto sus pares como sus compañeros de lucha política le retiraran la confianza. No es así: la ministra seguirá, dijo, en su cargo hasta donde tope.

Son dos los principales afectados con esta decisión de aferrarse a la silla de la señora Esquivel: la Suprema Corte de Justicia de la Nación y el Presidente López Obrador.

Dice la conseja popular que un grupo es tan bueno como el peor de sus integrantes, y la Corte acaba de dar un bajón enorme en su calificación. Solíamos decir que en la Corte el más chimuelo mascaba tuercas, que más allá de diferendos ideológicos todos eran grandes juristas que merecían respeto. La permanencia de Esquivel entre los 11 colegiados del más alto tribunal tendrá un costo para toda la Corte, no por la calidad de sus ponencias, que vamos a suponer que las hará bien merced a sus estudios posteriores y la buena formación y cantidad de asesores de los que dispone, sino por la sospecha de su calidad ética.

El segundo gran afectado con esta decisión es el Presidente López Obrador. Si bien en el corto plazo mantener a la ministra en su puesto significa una posición de fuerza, se trata de una victoria pírrica, pues lo que se pone en juego es la calidad moral de todo el proyecto que llegó con la bandera de “no somos iguales”. Por supuesto que sería injusto, un abuso de importancia, colgarle a la ministra Esquivel todo el descrédito del Gobierno lopezobradorista y la autodenominada Cuarta Transformación. Hay muchos otros personajes que abonan a ello, comenzando por la familia del Presidente, pero el escándalo de la ministra plagiaria es una de las abolladuras más importantes en la ya muy golpeada carrocería de la “honestidad valiente”.

Lo que es común a los poderosos mexicanos es la renuencia a la renuncia, decía el gran Manuel Rodríguez Lapuente allá a finales del siglo XX. En eso tampoco hemos cambiado mucho.

diego.petersen@informador.com.mx

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