Energía y salud, toma de distancia
El problema energético del país es económico; el de salud es de gestión. Ese parece ser el diagnóstico de la presidenta electa, Claudia Sheinbaum, quien nombró a dos personas muy cercanas y de alto perfil técnico en las carteras más controversiales de la administración de López Obrador.
Más allá de la crisis de seguridad, sin duda el asunto más complejo, la próxima presidenta heredará dos problemas de enormes dimensiones y de los cuales depende en gran medida el éxito o fracaso del próximo Gobierno: la gestión de la salud y de la energía.
El desbarajuste -no se me ocurre una palabra más apropiada- del sistema de salud es un reto administrativo, pero sobre todo es el principal riesgo para el incremento de la desigualdad y el mejoramiento de los indicadores de bienestar en este país. La gestión del binomio Alcocer-López Gatell fue pésima, resultaron unos magos para destruir el Seguro Popular y el sistema de compra y abasto de medicina, pero absolutamente incapaces para construir algo no digamos mejor, simplemente funcional. La caricatura de Dinamarca que recibirá el próximo Gobierno necesita alguien que tenga estatura, conozca la medicina pública y entienda que cuando se trata de brindar servicios de salud los rollos ideológicos y las peroratas mañaneras sirven de muy poco. David Kershenobich, un médico formado en el sector público, ex director del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, parece una buena apuesta y un mensaje de adiós a la improvisación y las ocurrencias. Necesitará, eso sí, muchísimo dinero para levantar el cadáver que recibe.
En energía el problema es económico y financiero, parece ser el mensaje detrás del nombramiento de Luz Elena González Escobar, una economista con maestría en derecho y especialización en temas de urbanismo y medio ambiente que fue la secretaria de Finanzas de la Ciudad de México. Pemex es un desastre financiero y la CFE un sistema prendido con alfileres. El dueto García Oropeza-Barlett dirigidos por Rocío Nahle dejan a las dos mayores empresas públicas del país con el orgullo nacionalista a tope y las finanzas en el abismo. Pemex está quebrado y Dos Bocas va a tragar dinero literalmente como dos leones adolescentes hambrientos. La CFE necesita 56 mil millones de dólares de inversión urgente para mantener vigente el sistema eléctrico nacional. El nearshoring es puro rollo si no se soluciona el abasto de energía. Es, pues, un problema de dinero y manejo financiero y el nombramiento de una economista es una buena noticia. Falta, por supuesto, conocer los nombramientos de los directores de las dos paraestatales para ver si efectivamente hay un cambio en la política energética o si el Presidente López Obrador impone su visión en este tema que le es particularmente sensible. Quizá, no hay que descartarlo, González Escobar solo esté de paso en Energía y su destino sea suplir en Hacienda a Rogelio Ramírez de la O, cuyo compromiso es sólo ayudar a cruzar sin sobresaltos de un sexenio a otro.
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