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El servilismo de Zaldívar o, amarren a Claudia

Arturo Zaldívar llegó a la Corte como el ministro liberal, el jurista moderno que imprimiría a la Corte una visión de derechos humanos y ampliación de libertades. Sus resoluciones en esta materia son históricas. Arturo Zaldívar sale de la Corte como el ministro servil que se va a buscar el hueso a otra parte, el que fue incapaz de transformar el Poder Judicial a pesar de tener todo el apoyo del Presidente, el de los acuerdos en los oscurito, el que coqueteó con la reelección ilegal y el que terminó votando los mayores absurdos al lado de las ministras Jazmín Esquivel y Loretta Ortiz Ahlf, sólo para darle gusto al Presidente. 

Ayer, en un último regalo al señor Presidente, Zaldívar le obsequió su renuncia. Anticipó su salida un año para que sea López Obrador y no su sucesora quien tenga la oportunidad de proponer al Senado a la terna de quien deberá sustituirlo, con lo que el actual Presidente llegará a cinco ministros nominados en su periodo, aunque dos de ellos claramente no han votado con él, la ministra Margarita Ríos Farjat y el ministro Juan Luis González Alcántara. Las últimas votaciones las perdió el Presidente ocho a tres y uno de estos tres fieles fue Zaldívar, el autor de la pregunta ilegible sobre la consulta presidencial sólo para darle gusto al señor de Palacio.

Si había alguna duda de que el Presidente quiere dejar a su posible sucesora, Claudia Sheinbaum, atada de manos, este es sólo otro clavo al ataúd. Primero le nombró, nomás para abrir boca, a los líderes de las cámaras de senadores y diputados y al secretario de Gobernación. Ayer le quitó de las manos el primer nombramiento importante que debería hacer en caso de ganar la Presidencia y el viernes vamos a ver si le deja poner a su sucesor en la Ciudad de México o le descarrilan a su candidato, Omar García Harfuch.

Ganar la elección no estará nada fácil, pero, aun así, si Sheinbaum quiere ser Presidenta tiene que sacudirse los amarres de su antecesor. López Obrador quiere dejarla sin espacio político de manera que él pueda controlar los poderes desde su rancho de tan lejano nombre. Pero el poder no se comparte, si Claudia quiere gobernar tendrá que sacudirse los acuerdos y tomar las riendas.

El Presidente está haciendo todo para que el triunfo de Claudia en la interna se convierta en derrota, que quede claro “urbi et orbi” que si está ahí es porque él la puso y que si llega a la Presidencia es porque él así lo decidió. Zaldívar es sólo un peón de ese ajedrez. La silla quema. Cuenta la leyenda que Zapata se negó a sentarse en ella alegando que “la silla presidencial está embrujada; cualquier persona buena que se siente en ella se convierte en mala”. Ya veremos si a Claudia le salen los demonios.

diego.petersen@informador.com.mx

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