Ideas

El otro, aquel

El otro se adueñó de la casa. Se coló como la humedad, dicen algunos; subrepticiamente y sin hacer ruido. No es cierto, dicen otros: la verdad es que el señor le abrió la puerta, lo invitó a pasar, le hizo reverencias y un buen día simplemente aquel comenzó a dar órdenes. Ahora es el otro el que manda, es aquel el que toma decisiones y peor aún, al que le piden permisos en esta casa.

Como en el cuento “La casa tomada” de Julio Cortázar, el otro no tiene rostro, no se deja ver, sólo se hace sentir. Un día tomó un cuarto, luego el otro, y los habitantes fueron renunciando a ese espacio, y también a aquel. No vayas a ese bar, al que íbamos diario, ya es del otro. También la gasolinera es de ellos, no les digas nada. Hay que pagar más por cada aguacate, por cada pollo, por cada medicina, porque así lo decidió, otro, el otro.

¿Qué es más preocupante, el descaro con el que el otro -el crimen organizado- opera, extorsiona, decide sobre la vida de las comunidades o el silencio absoluto de las autoridades, de los gobiernos estatales y federales, que, ante la evidencia de que aquel es el que manda se quedan silentes y cruzados de brazos?

El reportaje de El Universal sobre las diferentes modalidades de cobro del crimen organizado en diferentes regiones del país en los estados de Morelos, Guerrero, Michoacán y Jalisco coincide con la demanda pública de mujeres indígenas de la zona norte de Jalisco pidiendo al líder del Cártel Nueva Generación que cambie al jefe de la plaza porque es muy violento. Por increíble que parezca ninguno de los gobernadores ni el Presidente de la República se dieron por aludidos. 

Las autoridades no quieren hablar del otro porque hablar de él significa reconocerlo, aceptar no sólo que existe, sino que los ha suplantado en sus funciones, que es él quien realmente manda. Pero, cuando los habitantes de la casa recurren al otro para solucionar los problemas hay uno que sale sobrando. 

Como en el cuento de Cortázar, un día Irene -el personaje que somos todos nosotros- soltará las agujas del tejido en señal de rendición cuando se dé cuenta que los ovillos con los que tejía han quedado del otro lado de la casa, en la última parte que fue tomada. El que se decía responsable y narrador oficial -el Gobierno- quizá alcance, como en el relato, a rescatar el reloj, sólo para constatar a qué hora perdimos la casa.

diego.petersen@informador.com.mx
 

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