El dedo de Alfaro
La foto lo dice todo. Desayuno en Casa Jalisco. En el centro el gobernador Enrique Alfaro. A su derecha Pablo Lemus, a su izquierda el senador Clemente Castañeda. Relegado, un poco más a la derecha, el secretario Alberto Esquer. (La posición nada tiene que ver con ideologías políticas, pero coincide). No es una reunión de trabajo por el Estado, es una reunión política para discutir las formas de selección del candidato de MC a la gubernatura de Jalisco. ¿Por qué no estaba el presidente del partido naranja en el Estado, Manuel Romo? Por una sencilla razón: su opinión no le importa a ninguno de los cuatro.
Más que el contenido de lo que se dijo (el gobernador no tiene favorito, cuiden las reglas electorales, no hagan tonterías, mantengamos la comunicación) lo importante es el acto mismo, y por supuesto la foto: que todos veamos que Alfaro llega al fin de sexenio pleno de poder y con capacidad de designar a su sucesor. El mensaje fue claro, el que se mueva no sale en la foto, como diría el clásico de Fidel Velázquez.
Ningún gobernador de Jalisco nombró a su sucesor en los últimos sesenta años. A los gobernadores del PRI los nombraba el Presidente entrante, era la primera gran decisión política (la elección local era meses después de la elección federal). El único que quiso ejercer ese poder, Guillermo Cosío, impuso contra la voluntad del Presidente Salinas y del presidente del PRI, Luis Donaldo Colosio, a Enrique Dau Flores como candidato y alcalde de Guadalajara perfilándolo ya para la gubernatura. No tuvo tiempo de demostrar que podía hacerlo. Dos gobernadores del PAN, Cárdenas y Ramírez Acuña, tuvieron poca o nula opinión en el proceso de selección de su sucesor. González Márquez empujó a Fernando Guzmán como candidato del PAN, pero pronto movió sus fichas hacia Enrique Alfaro; por poco le sale la jugada, pero no le alcanzó. Evidentemente Jorge Aristóteles, en el regreso del PRI, tampoco influyó en la sucesión.
En el caso de Enrique Alfaro su dedo pesa y mucho. Si bien es cierto que el líder nacional del partido, Dante Delgado, será la única otra opinión importante, tendrá más una posibilidad de veto (que no lo hará en ninguno de los tres casos, menos aún con Castañeda o Lemus) que un peso en la decisión final. Será un decisión profundamente antidemocrática, pero hoy la democracia y la vida interna no parecen importarle a nadie.
El dedazo de Alfaro se va a manifestar en la forma de selección del candidato. Si el dedo apunta a Lemus el partido optará por la realización de una o varias encuestas. Si el dedo apunta a Clemente Castañeda o Alberto Esquer será un proceso interno en los comités del partido, donde Alfaro controla directa a o indirectamente 98 por ciento de ellos.
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