El INE no se toca, ¿el Trife sí?
Al grito de “el INE no se toca”, la oposición convocó a los mexicanos a salir a las calles en defensa de las instituciones democráticas. Nunca me gustó el fundamentalismo implícito en el slogan, nuestra democracia tiene muchísimas cosas por ajustar, pero menos aún me gustó una reforma unilateral, desde el poder, a punto de iniciar el proceso electoral y con un tufo de revanchismo. Por las mismas razones me parece un error garrafal la reforma al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, el Trife, que promueven Morena en alianza con los partidos que dicen defender al INE.
Muchas veces hemos comentado lo complejo que es entender las resoluciones del Tribunal Electoral que como fallan una cosa fallan la otra, y que en no pocas ocasiones dichas sentencias generan más incertidumbre que certeza jurídica. Sin embargo, sería un error atribuir los problemas de incertidumbre a la actuación de los magistrados -todos ellos empujados por los partidos o con un padrino político de peso- y no a la gran cantidad de contradicciones que existen entre las propias leyes electorales y de éstas con la Constitución. La paridad de género es quizá la más clara de estas contradicciones. Fueron los partidos los que la pusieron en la ley (producto por supuesto de las presiones sociales, no de la convicción paritarista de los diputados) y son los partidos los que todo el tiempo están viendo cómo brincarse la norma, porque en el fondo la política en México sigue siendo una cuestión de machos, con lógica de machos. Lo mismo podemos decir en materia de financiamiento privado, fiscalización, manejo de efectivo y lavado de dinero en las campañas.
Si alguien tiene duda del origen del desprestigio del PRI, PAN y PRD esta reforma es una radiografía perfecta del distanciamiento de estos partidos con la realidad de los ciudadanos. Los argumentos que esgrimían hace unos días para la defensa del sistema democrático y que movilizaron a decenas de miles de personas, hoy cambian con la misma facilidad con la que ellos pasan de un partido a otro, eso sí, llevando siempre consigo sus principios, que no por firmes son menos dúctiles y hasta intercambiables.
México necesita una reforma política de gran calado, que abarate la burocracia, que la haga más sencilla y menos dependiente de la partidocracia; necesita una reforma jurídica que haga más eficiente el acceso a la justicia electoral, pero no es el momento ni la forma de hacerlo. En la elección del 2024 lo importante no es quién gane sino cómo gane, que sea una elección incontrovertible, y eso depende fundamentalmente de la certeza institucional del INE, pero también del Tribunal.
diego.petersen@informador.com.mx