¿Dónde estás, Benito?
A algunos les cae mejor que a otros. No es necesariamente el personaje favorito de la historia de México: hay sin duda otros más simpáticos, como Hidalgo y sus correrías que tanto hacían enojar a la inquisición, Madero y sus prácticas espiritistas o Villa y sus creativas formas de vengar al pueblo. Hay quien sostiene que, si Juárez hubiese vivido más, habría sido un dictador al estilo de Porfirio Díaz, pues tenía un amor particular por el poder y la silla presidencial. Como sea, Juárez es sin duda el personaje más venerado de la historia nacional, el único cuyo natalicio, hoy 21 de marzo, es día de asueto (intercambiable) y quien más calles y escuelas primarias tiene con su nombre. Es también el más mencionado en los rollos mañaneros del Presidente López Obrador, que lo cita a la menor provocación.
Hay dos temas donde el Benemérito de las Américas es referencia continua: en la concepción del derecho y en el manejo de los dineros nacionales. Y justo porque el Presidente se dice el más juarista de la historia y por momentos se siente más juarista que el mismo Juárez, vale la pena recordarlo.
Si, como está escrito en letras de bronce en todo el país, “entre los individuos y entre las naciones el respeto al derecho ajeno es la paz”, alguien tiene que explicarle al Presidente que el respeto al derecho ajeno significa que hay que respetar lo que dice la legislación y que nada hay más anti juarista que eso de que “a mí no me vengan con que la ley es la ley”.
Sería bueno también recordarles a todos los gobiernos, pero particularmente al actual y al que venga, que vivir en un Palacio Virreinal no es exactamente a lo que Juárez se refería cuando hablaba de austeridad y de vivir en la honrosa medianía. Más allá de eso, la austeridad no es otra cosa que el celo que quienes detentan el poder deben tener en el uso de los recursos públicos. La imagen, retratada excepcionalmente por Paco Taibo II en “La lejanía del tesoro”, de Juárez recorriendo el país cargando literalmente las arcas de la nación en una carreta, muestra cómo el presidente oaxaqueño cuidaba personalmente el erario. Hoy ese celo es técnico. Cuidar el tesoro implica no gastar en ocurrencias como revivir Mexicana de Aviación sin hacer estudios de mercado y tener vuelos con un solo pasajero. O hacer una refinería por orgullo nacionalista y no escuchar las voces que advirtieron que costaría mucho más. Al final se ha gastado más del doble de lo presupuestado, pasó de 8 mil a 18 mil millones de dólares, y nadie sabe si Dos Bocas refinará a un precio competitivo o vamos a perder más dinero de nuestro de por si escaso tesoro cuando al fin funcione.
¿Dónde estás, Benito? De verdad te necesitamos.
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