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Consulta, que algo quedará

¿Para qué sirven las consultas populares sobre temas que, de acuerdo con la Constitución, no son consultables, no son vinculantes y en las que a lo sumo participará uno o dos de cada 10 ciudadanos? Para nada, dirán los más escépticos; para gastar dinero a lo buey, opinarán los gruñones; para fortalecer la democracia y la participación ciudadana, clamarán entre suspiros los románticos enamorados de López Obrador; para afinar estructuras electorales y calentar motores de cara a las elecciones y cosas peores, mucho peores, pensamos algunos pragmáticos. En las cuatro respuestas hay algo de razón, pero me permito argumentar mi pesimismo y no poco temor.

Morena necesita probar sus estructuras, particularmente en el Estado de México, donde algunos liderazgos han mostrado su molestia por la designación de Delfina Gómez como candidata. El partido del Presidente (no es eufemismo) no se puede dar el lujo de enterarse de las fracturas el día de la elección, por lo que un ejercicio de calistenia les viene bien. La consulta servirá igualmente para probar a los gobernadores morenistas en su capacidad de respuesta electoral. 

No es gratuito que la organización de esta consulta, por decisión unilateral y personal del Presidente, quede en manos de la Secretaría de Gobernación. El principal promotor será, por dedazo, el secretario Adán Augusto López, hasta ahora el más débil del “corcholatado” oficial. Con la excusa de promover y vigilar la consulta del pueblo y para el pueblo, el secretario tendrá un fin de año con alta exposición mediática, muchos recursos y excusa para viajar por todo el país. El Presidente ha decidido meter de nuevo a la competencia a su paisano, el mismo que hasta hace unos días muchos daban por descartado.

La tercera razón, bastante más perversa, es meter a las Fuerzas Armadas a la lógica electoral. Lo que se estará consultando es su popularidad y credibilidad, por lo que los verdes no se pueden dar el lujo de un desaire generalizado. A quererlo o no, los altos mandos militares terminarán metiéndose en la promoción directa o indirecta de la consulta, lo cual permitirá al Presidente medir la capacidad electoral de las Fuerzas Armadas.

Consulta, consulta, que algo quedará. Me gustaría que tuvieran razón los románticos, que se tratara sólo de una ampliación de las formas democráticas o incluso los gruñones, que este ejercicio no pasará de ser un gasto inútil, otro más, pero me temo que se trata de una de las jugadas más perversas del Presidente López Obrador en su obsesión por que Morena mantenga el poder al menos un sexenio más. 

diego.petersen@informador.com.mx

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