Chivas; días de guardar
Hay días en que todo se detiene, nada se mueve y nada importa. Uno de esos días de guardar es cuando Chivas juega una final. Y no porque sea extraño que Chivas llegue a la final -en promedio esto sucede una vez cada cinco años en este siglo-, sino por lo que significa para la ciudad: cuando las Chivas juegan una final, Guadalajara y gran parte del país se paralizan.
El bicampeonato del Atlas fue épico porque puso fin a la más larga sequía de títulos de un equipo profesional: 70 años sin ganar es un récord dificilísimo de igualar. Si, es cierto que con el campeonato del Atlas hace dos años tuvimos la sensación de estar asistiendo a algo histórico, pero el Atlas está lejos mover los sentimientos de masas que mueve el Guadalajara.
Con el perdón del resto de los equipos del futbol nacional, ningún otro tiene la fuerza identitaria de las Chivas del Guadalajara. No es sólo por el hecho de que juegan sólo con jugadores mexicanos -una extraña virtud que por momentos raya en un chauvinismo absurdo y un nacionalismo ramplón-, sino porque es el único equipo cuya afición es realmente nacional: en cada rincón del país hay un seguidor de las Chivas.
Ser chiva es lo más parecido a practicar una fe, es algo más que ser parte de una fanaticada futbolera. Ser seguidor del Guadalajara es una forma de entender el futbol desde lo popular, lo comunitario y lo familiar. Es algo que se aprende, que se mama. Nunca se es chiva en singular; todos somos chivas, así, en plural, en bola. Compartimos el amor por el equipo, el de las grandes ilusiones y desilusiones, y también compartimos algunas creencias básicas, como la condescendía con el Atlas, el hermano menor al que vemos con ternura, aunque nos gane. El odio al América, nuestra némesis, a pesar de que todos tenemos alguien cercano que es americanista. Detestamos a Televisa, que representa el poder, a pesar de que vemos los partidos por sus canales. Odiamos a los árbitros, que son la autoridad, aunque en no pocas ocasiones sus decisiones nos hayan ayudado. Son todos ellos los mitos que alimentan nuestra fe. Ante todo, creemos en el milagro. El milagro de ganar a pesar de que nunca seremos el equipo fuerte. Y si creemos en los milagros es porque estos ocurren con la suficiente regularidad para no perder la fe.
Hoy libramos otra batalla épica contra uno de los equipos más ricos de la liga. Hoy es día de guardar porque las Chivas juegan otra final. No seré yo quien peque hablando de otra cosa.
diego.petersen@informador.com.mx