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Basura y metropolización, ¿qué está fallando?

La basura vuelve a ser noticia. No por las razones correctas, no porque hayamos encontrado una solución para el complejísimo problema de disposición de los desechos sólidos, sino porque el alcalde de Tlajomulco, Salvador Zamora, decidió que lo suyo lo suyo es hacer performance, no tomar decisiones, y montó un espectáculo: manejando él mismo un camión, llevó cinco toneladas de basura a la puerta de la empresa concesionaria, Caabsa Eagle, cerca de la Minerva. El alcalde de Guadalajara, Pablo Lemus, le siguió el juego, se tiró al piso y exigió una disculpa a los tapatíos.

Ya que los alcaldes, ambos naranjas, han puesto el tema sobre la mesa, vale la pena mencionar algunos aspectos de fondo. 

Lo primero que hay que decir es que la recolección y disposición de la basura son atribuciones y obligaciones del municipio. Es responsabilidad del alcalde en turno y es en el cabildo donde deben tomarse las decisiones sobre el tema. Esto no significa que no pueda y deba pensarse en soluciones metropolitanas, sino que éstas deben ser en consenso con los cabildos. De hecho, parte central del problema actual de la basura es que se centralizaron las decisiones de la basura metropolitana en Casa Jalisco, y no funcionó. Por las razones que hayan sido, el gran basurero metropolitano en Tala fracasó y nunca hubo plan B.

Si el alcalde de Tlajomulco tuvo que hacer su performance es porque no tiene interlocución con la concesionaria, dicho en lenguaje cotidiano, porque no lo pelan. Si el alcalde de Guadalajara habla de hacer un frente común para resolver el problema de la basura en la ciudad es porque él tampoco pudo meter a la empresa en cintura. Si la empresa Caabsa no se inmuta ante los dichos de uno y otro es porque sabe que las decisiones se toman en otro domicilio.

Hay algo que no está funcionando en el modelo de metropolización en Guadalajara. En menos de un año tres asuntos que son atribución de los ayuntamientos y que se han puesto en manos del gobierno estatal generaron crisis: la dotación de agua potable, la policía de tránsito y la basura. Más allá de la casuística particular de cada crisis hay dos puntos en común: un modelo de gestión centralizado y mucha soberbia. Es cierto que hubo sequía en 2019, pero la crisis de abasto estuvo más vinculada a una mala gestión, a falta de previsión y planeación; hay un enorme problema de seguridad, pero la advertencia de que el modelo de fusión de la policía de tránsito en la Secretaría de Seguridad no estaba funcionando fue desde los primeros años de este gobierno; el tiradero en Tala era un buena solución, pero la relación perversa con la empresa Caabsa y el mal servicio vienen desde antes.

Metropolizar no es centralizar.

diego.petersen@informador.com.mx

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