Basura: y después de Caabsa, ¿qué?
Después de 30 años de tener la concesión del servicio de recolección y disposición de la basura de Guadalajara, el alcalde Pablo Lemus anunció que el contrato de Caabsa no será renovado. Tras la mala experiencia de los últimos años parece ser una buena noticia: el manejo de la basura de Guadalajara se había convertido en uno de los temas más enredados y corruptos de la administración pública del estado. Lo que comenzó como un servicio de recolección terminó en un enredado nudo de intereses que van desde los puntos limpios y papeleras hasta la compraventa de terrenos municipales, manejo político de los pepenadores y enormes contratos de obra pública.
La propuesta de los municipios que dejarán de contar con los servicios de la empresa Caabsa es construir un organismo intermunicipal con administración propia que se encargue de la gestión de los desechos sólidos de la ciudad. Zapopan y Tlaquepaque no estarán, al menos al principio, en el esquema intermunicipal y mantendrán su propio servicio. No se van a arriesgar a que la novedosísima empresa resulte peor que lo que tienen ahora.
El problema de la basura no es la recolección. Si bien eso es lo que más reclamos genera entre los ciudadanos, pues un mal servicio es un verdadero dolor de cabeza, la logística de pasar por las casas a recoger bolsas es lo más sencillo de resolver. Lo que no tiene hoy la zona metropolitana de Guadalajara es un sistema de aprovechamiento y disposición final de residuos sólidos. Dicho en otras palabras, lo que no está claro es cómo y dónde vamos a separar y enterrar la basura de tres millones de personas sin que cause un daño mayor al medio ambiente.
Sacar a Caabsa y sus intereses creados a lo largo de diez administraciones municipales de la ecuación de la basura es una oportunidad de oro. Pero si vamos a crear “el Siapa de la basura” hay que evitar los vicios que tiene hoy el Sistema Intermunicipal de Agua Potable y Alcantarillado.
El primero es el riesgo de todo organismo público de excederse en burocracia. No hay nada que nos proteja de la perversión de los políticos de acomodar gente en la nómina, pero sí se puede en una empresa nueva establecer desde su nacimiento un tope, por ejemplo, de número de personas laborando por cada cien mil habitantes atendidos.
El segundo riesgo es la pérdida de capacidades técnicas por falta de criterios profesionales. El Siapa de la era naranja es el mejor ejemplo de lo que no se debe hacer. Se cambió la experiencia por la soberbia, y el resultado fue fatal: nunca en la historia del organismo metropolitano habíamos tenido una calidad de agua tan mala.
El tercer gran riesgo son los costos. En la certidumbre de que los contratos de Caabsa eran leoninos, la experiencia nos dice que en manos de la burocracia todo puede empeorar. Si queremos una empresa que funcione necesita tener la autonomía y la exigencia de calidad de una empresa privada y la vocación de servicio de un empresa pública. Se dice fácil, pero ojalá que en diez años no estemos repitiendo el mantra mexicano: estábamos mejor cuando estábamos peor.
diego.petersen@informador.com.mx