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Alfaro, o el rey va desnudo

¿Quién le va a decir al gobernador que las cosas no van tan bien como él cree? ¿Quién de entre sus colaboradores tendrá la honestidad intelectual para informarle que no solo hubo 152 asesinatos en el mes de junio, sino que a eso hay que sumar 142 personas desaparecidas sin localizar, que esa es la verdadera dimensión de la violencia criminal en este estado, que esas 294 personas, casi diez al día, representan el mismo número de familias jaliscienses que se sumaron a miles que han sido víctimas de la violencia en su sexenio? ¿Quién le informará que el sistema de videovigilancia no sirve de nada si no hay voluntad de perseguir al delito? ¿Quién -parafraseando a Serrat- será ese buen amigo que le dirá que perder 16 de 20 distritos electorales locales no es un buen resultado, mucho menos un signo de aprobación de su gobierno? ¿Quién le explicará que las noticias que tan bien hablan de él cada mañana en la síntesis de prensa son pagadas y de periódicos inexistentes? ¿Quién será el alma inocente que le dirá al Rey que va desnudo, que esa tela que él imagina hermosa y deslumbrante no es sino el timo de su propia corte?

Pocas cosas son tan complicadas en el ejercicio del poder como romper la cámara de eco. Los principales interesados en que el poderoso no se entere de lo que sucede en la realidad es el equipo cercano, los cortesanos del Palacio. Si algo ha caracterizado el estilo personal de gobernar de Enrique Alfaro -además, por supuesto, de sus ya legendarios video-regaños- es la mínima cantidad de voces que escucha. Los propios secretarios de gabinete no tienen acceso a los oídos del gobernador. Sin exagerar, hay algunos de ellos que tienen acuerdo con él una o dos veces por año. Ni los ve ni los oye; el gobernador vive encerrado en una burbuja donde tres o cuatro son los que tienen acceso a su tiempo y a sus oídos.

La fábula “El traje nuevo del emperador”, de Hans Christian Andersen, fue publicada en 1837, hace 187 años, en una colección de cuentos de hadas para niños. Desde entonces la historia se ha repetido una y otra vez, en Dinamarca y en México, entre reyes, presidentes de la república o gobernadores. Nadie se escapa a las lisonjas de la corte, menos aún a la lógica del poder y a sus demoledoras fauces. En el próximo mes de diciembre el gobernador Alfaro se va; los problemas se quedan. La burbuja de su cámara de eco se romperá y esos que le animaron a confrontarse, esos que todo el día le decían que él y solo él tenía la razón, ya no estarán ahí, no digamos para defenderlo, ni siquiera para animarlo, pues estarán muy ocupados protegiéndose a ellos mismos. Esos que le decían al gobernador Alfaro que el traje de su poder era de una textura maravillosa y nunca vista comenzarán a explicarle que efectivamente, quizá la tela era un poco más transparente de lo que imaginaron.

diego.petersen@informador.com.mx

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